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viernes, enero 13, 2006

El año nuevo

Coincidiendo con el año nuevo ruso... tenemos algo que estrenar.

La nueva dirección será:

www.estejardin.blogspot.com

Ya es hora de cerrar

A veces tenemos necesidades extrañas, como la necesidad de compartir nuestro cuerpo o a necesidad de morir. Podemos desoir nuestras necesidades por un tiempo, pues a veces no nos parecen razonables o simplemente no están bien vistas. Pero siguen ahí, y entonces llega una mañana (tal vez una mañana de enero y tal vez sorbiendo un té en la taza de porcelana que un día hice como que regalaba a alguien para después quedármela para mí), llega la mañana en la que ejecutamos lo que llevábamos mascando durante algún tiempo.
Es el final del miedo a los finales.
Bien, es hora de decir adiós. Tras todos los ensayos creo que ya sabré hacerlo.

Voy a despedirme con un juego. El juego del SIFUERA

Si este blog hubiera o hubiese sido:

Una flor: la buganvilla
una película: la chica del puente
un poema: el soliloquio del farero
una casa: la casa encendida
un punto cardinal: el norte
una cualidad: la fe
un té: blanco
un pecado: la soberbia
un tiempo: la infacia
una persona del verbo: tú
una ciudad: Venecia
una víscera: la piel
una banda sonora: el cielo cae sobre Berlín
un arma: la pistola
un idioma: el francés
un lugar: la frontera

Puede usted, que al fin es mi semejante y mi hermano (con o sin hipocresía) jugar al mismo juego. O si no quiere, echarse una maldición por romper la cadena; prometerse un año o dos de mala suerte, soledad y falta de dinero. De vez en cuando vienen bien años así.
Adiós.

martes, enero 10, 2006

Dimanche à la Campagne

No sólo hay trenes en las despedidas. También en los encuentros. Siempre tienen un aire somnoliento, los trenes, por eso son la mejor manera de salir de un sueño. Lentamente. Sin brusquedades.
Me dejó en La Felguera, que quizá no sea un lugar hermoso, pero os aseguro que es el único donde puedes mirar el escaparate de fotografías de novias como si fuera una obra de arte y también es el único lugar de este mundo donde hay un jarrón con flores secas, un pájaro rojo y una barra de labios atravesada por un palillo de dientes, todo ello como decoración (o "poema visual") de una casa que os prometo que existe.
También existe un pasillo con un flamenco y el corderito blanco que un día ocupó el lugar de tu estrella, el que el Aviador supo dibujar y que no podría vivir en ningún otro sitio.
También existe el bosque. Ella me lo dijo cuando me llamó por teléfono, me dijo que había un bosque y fuentes y volví a atravesar el bosque con la seguridad infantil de encontrar el camino, porque si otras personas saben leer los planos de la ciudad y entender el sentido de las calles que se cruzan, ella es capaz de entender el bosque, las fuentes y los senderos. Por qué ella siempre está cuando la necesito es algo que desconozco. Puede ser la casualidad. Lo más seguro es que sea la casualidad, o porque mi alma también tiene algo de bosque y ella sabe olfatear las fuentes.

Hay trenes que cuentan historias, pero también los hay que las escuchan. De vuelta a la ciudad que quizá habito el tren volvió a escucharme. Atravesando otros bosques, otras fábricas, otros pueblos. El tren para llegar a casa. Por fin.

sábado, enero 07, 2006

Reacción alérgica

No sé por qué pensé que esta vez iba a ser distinto. Quizá porque cuando se siente entero cree que ha dejado de ser un niño (una niña en este caso). En serio que creí que me bastaría una lista, una libreta en blanco y unos zapatos rojos -con varita mágica, como deben ser los zapatos rojos- para que esta vez no sucediera.
Cada vez que venía de vacaciones, cada vez que volvía a pisar Asturias volvía la maldita reacción alérgica. Los estornudos, las erupciones en la piel más violentas de lo habitual, la nariz tapada, la boca seca y el aire demasiado pesado para entrar en los pulmones. Era la señal del fin de las vaciones, de la vuelta a clase. Sin ella igual yo por mí misma no me hubiera dado cuenta y quizá hubiera seguido viviendo como si nada, según las reglas que sólo están permitidas en las islas y en la infancia; o en esa isla llamada infancia.
Casi todo volvió a ser igual, si bien es cierto que mi casa no resulta tan inhabitable como yo recordaba, y también es cierto que echaba de menos a esa clase de amigos que te hacen un zumo de pomelo y te lo llevan en una bandeja junto al café, queso, pan y una manzana. Pero otras cosas no, no las echaba de menos. No sabía que no las echaba de menos y supongo que mi reacción alérgica es a todo lo que mi cuerpo tiene el buen gusto de saber olvidar.

viernes, diciembre 30, 2005

Razones para un abandono

Oh, no me vengais ahora con esas caras. Ya lo sabias. Lo sabiais perfectamente. Me moleste en avisaros con tiempo (sobre todo no me digais que no os avise con tiempo), asi que no teneis que haceros los sorprendidos. Desde el principio sabiais que me iba a ir, que yo no era una de vosotros, que yo no pertenezco a esta isla y que no me podia quedar a vivir aqui para siempre.
Es cierto que nos engannamos durante un tiempo, es imposible vivir si uno no se enganna un poco. El amor siempre tiene que ser exclusivo y eterno, aunque dure un instante y este plagado de traiciones, y yo os he querido. Exclusiva y eternamente. Puede que fuera un amor de mentirijillas, pero que demonios, todo aqui es de mentirijillas, y no se ha distinguido mucho del resto de las cosas.
Venga, no os pongais tristes. No quiero ver ni media lagrima rodando por vuestras mejillas sin barba. Podeis arreglaroslas sin mi. Seguro que en unas semanas ni os acordais de la pobre Wendy. Yo tampooco os echare de menos. No se puede echar de menos un suenno y ademas yo tengo que volver a casa. Mama y papa empiezan a preocuparse.
No podeis venir conmigo porque mi casa es muy pequenna -diminuta- y no cabe casi nada. Ademas vosotros si que perteneceis a este lugar. No sabrias que hacer en mi casa. Alli los ninnos tienen que hacerse mayores y, vamos, seamos sinceros (por una vez seamos sinceros), vosotros quereis seguir siendo ninnos.
Asi que sonaros la nariz, sonreid, dadme un abrazo y no me mireis cuando me este yendo. Igual me pongo un poco triste y vosotros nunca me habeis visto triste.

viernes, diciembre 23, 2005

La cantina

Volvi despues de un te rojo y un Gin Tonic -hay cosas que solo se pueden hacer con el corazon caliente- y ya no parecia el mismo lugar. Hay algo magico en Galway y es que nunca parece el mismo lugar. Cada dia hay algo que se transforma y tienes que tener los ojos bien abiertos para que no se te escape ningun detalle, porque si no corres el peligro de estar viviendo en una ciudad que ha dejado de existir.
No era la cantina donde comi por primera vez (no recuerdo haber estado nunca tan hambrienta) ni donde los descansos siempre duran mas de 15 minutos. Tampoco era el lugar donde puedes sacar informacion, porque la gente baja la guardia, ni era la ultima oportunidad de encontrar al manager en momentos de apuro. Ni siquiera era el mismo sitio en el que unas horas antes una chica azul me pidio una historia y me regalo a cambio una pluma de su mismo color. Y menos aun era el lugar en el que nadie adivinaria que somos -eramos- companneros de casa y muy pocos lograron adivinar que somos amigos. Volvi para decirle adios porque Doc no quiso despedirse en ningun otro lugar, porque la cantina fue el ultimo lugar que existe o porque hay despedidas que no se pueden esconder detras de una fiesta, una pinta de Guinness y ni siquiera detras de unos pimientos rellenos. Tambien porque somos sinceros, orgullosos, jugadores, ladrones, confidentes, desconfiados, viajeros, solitarios. Tambien porque siempre nos respetamos mas de lo que nunca pedimos a nadie que nos respetara.

jueves, diciembre 15, 2005

Como en Ran, Te acuerdas? (o segundo ensayo para decir adios)

Como Ran antes de ver Ran. La pelicula para la que teniamos que estar preparadas, para la que teniamos que ser mayores. No porque no fueramos a enterderla, todo el mundo sabe que las ninnas pueden entender a Kurosawa, sino por esa escena. Una sola escena con demasiada sangre -eso decian- para nosotras.
Nos describio mil veces la escena antes de ver la pelicula, asi que cuando nos sentamos por fin en el sofa, ante ese transito o escena o pelicula o bautismo o como querais llamarlo toda la historia del Rey Lear de oriente no fue mas que un preambulo. Luego le cortaron a alguien la cabeza y la sangre salpico la pared.
No fue para tanto. Menos doloroso de lo que nos habian advertido. Es ese tipo de violencia que las ninnas son capaces de entender, de admitir como natural, como Judith viendo a su padre luchar contra los negros. No me quedo la escena grabada en la memoria por su violencia, sino por el hueco que ya habia hecho para ella.

Pero esta vez no fue sangre. O al menos no era roja, sino azul. Un azul intenso de un boligrafo que alguien se dejo en el suelo de una libreria de segunda mano y que yo misma lleve en el bolso hasta que perdi la tapa, e incluso mucho despues. Con esa tinta dibuje su cara y con esa tinta escribi su carta. Una carta que os daria verguenza ajena, porque a mi tambien me dio verguenza ajena escribirla y me cruzo la garganta leerla. La queme, porque no decia nada mas que "te perdono" "te dejo libre" "puedes olvidarme"... "Adios". Luego se cayo la botella de ron de coco encima del boli. Como la escena de Ran. Igualito. el coco inundo la moqueta y el papel de cartas. el boligrafo sangro como en un asesinato a sangre fria. La habitacion, mi ropa, hasta mi piel con salpicones de sangre azul. Una sangre pese a todo real, que quiza ya estaba en la memoria mucho antes de existir o es solo que yo la esperaba. Un boligrafo produce mas sangre que una cabeza despues de todo.

viernes, diciembre 09, 2005

El beso de las licenciadas

Queria saber como besaban las licenciadas, pues en dos annos que duro su relacion jamas le habia besado ninguna, asi que le pidio un beso. Ella no se lo queria dar, porque en dos annos que duro su relacion siempre habia besado a un ingeniero, y aceptaba con amor la exactitud de los besos construidos desde el inicio de la lengua, con los labios sellados para que no se escapara ni un solo atomo de aliento y la nariz colocada con cuidado en los huecos que existen en los rostros humanos.
Pero en dos annos que duro su relacion ella jamas le habia negado nada y tardo mucho tiempo en empezar a negarle cosas, asi que arrastro sus labios hasta los de el y ejecuto un estudiado beso de licenciada.

Mas tarde, tal vez dias o meses o annos el le dijo que jamas, en los dos annos que duro su relacion, habia recibido un beso tan perfecto como aquel. Y que ella jamas le habia dado un beso tan frio o tan hueco.

Desde entonces ella supo besar con exactitud otros labios mas torpes, que no notaron el frio o se acomodaron dentro del hueco. Pero nadie puede vivir dentro de un hueco.

lunes, diciembre 05, 2005

De las cosas que nos hacen grandes

"I'll find it", dijo, y creo que tenia razon. Si alguien es capaz de partirte el labio con un cubito de hielo supongo que no le resultaria muy dificil encontrarte las cosquillas, asi es como funciona la mecanica de lo insolito. Por suerte las tengo escondidas, bien escondidas y me asombre de que se asombraran de mi falta como me asombro de que el mundo no desaparezca cuando me quito las gafas.

No, amigos, no tengo cosquillas. Me las quite a fuerza de voluntad porque no me gustaba sentirme vulnerable y habia dos cosas en el mundo que me hacian sentir vulnerable: una eran las cosquillas, la otra que me llamaran "chiquita" o "pequennina" o cualquier parabra que hiciera referencia a mi escaso tamanno. Asi que me cambie el nombre por el de "Sibi, Grande como un Vaca" -todo quedo en un ridiculo "fibinanevaca" que lograba justo el efecto contrario al deseado- y renuncie a mis cosquillas. Descubri que bastaba que pareciera que no tenias para que la gente dejara de hacertelas(si no haces aspavientos y saltas y huyes ya no les hace gracia) y me las aguante todo lo que pude hasta que desaparecieron.

Luego me olvide de las cosquillas, como se olvida casi todo. Es necesario volver para no ir perdiendo cosas. Y puede que aun quede un resto de cosquillas y puede que alguien todavia tenga derecho a llamarme "canija" mientras resoplo y me cabreo dulcemente y tuerzo la boca y contesto que no, que yo soy GRANDE COMO UNA VACA.

lunes, noviembre 28, 2005

Unas palabras para J. (o primer ensayo para decir adios)

Habla con todos los objetos, con los sillones, el rio, con las galletas, los espaguetis, con el living room. Con Dios. Tambien habla con Dios y le escribe cartas y las quema en chimenea y en su carnet de identidad tiene escrito que ya no es un ninno, aunque nadie se lo cree del todo.

Los dos sabemos que este es un pais de juguete, como la isla de Nunca Jamas, donde nada importa demasiado. Menos los adioses, esos si que importan y si que son de verdad porque son para siempre.

No es cierto que tenga miedo, porque lo dice. No le importa no parecer fuerte y nuestro "decalogo para ser no debil" se quedo en el punto 6: "Aprender a estar solo", por falta de tiempo o porque despues de ese punto ya no existe nada mas.

Se despidio de cada rincon de la calle, de cada habitacion de su casa. Se despidio del rio, del ingles y hasta de Dios y pudo adivinar lo que iba a echar de menos y dijo que estaba perdido, que se iba pero que estaba perdido y se bajo la bisera hasta el cuello y me regalo su gorro para que yo tambien me pudiera tapar los ojos.

Punto 3: "mirar siempre hacia delante", pero si miras hacia adelante estas perdido porque delante todavia no existe nada. Solo 6 puntos para ser fuerte y la isla de Nunca Jamas tambien llamada Irlanda se va a cansar de decir adios o soy yo la que me cansare o aprendere por fin a hacerlo y a cubrirme los ojos con un gorrito negro. Punto 5: "saber llorar a solas". Punto 4: "saber decir adios". Completaremos el decalogo y entonces seremos fuertes y ya no nos importara demasiado.
Y dejara de hacer frio.
Y dejara de llover.
Y no necesitareis que os cante nanas para dormir ni que os recite a Leopoldo Maria Panero antes de apagar la luz en medio de Polonia.

No estaremos perdidos. Pero quiza ese dia las galletas, los espaguetis, el rio, los muebles, las habitaciones y Dios se callaran y hasta puede que no lo echemos de menos.

martes, noviembre 22, 2005

Persona

Mucho me temo que vuelves a tener razon.

Soy Alma.

lunes, noviembre 21, 2005

Esperando

A Godot, por supuesto. Llega un momento en que ya no se puede esperar otra cosa mas que a Godot, y este es el arbol. No veo otros arboles asi que aqui debe ser y a veces me siento sola y otras soy una cicatriz o un puente o el ala derecha de un avion y unas veces soy yo y otras Venecia y sigo esperando y recordando que Jim Thompson tambien esperaba (a Godot, aunque esto el nunca llego a saberlo). Ayer en un teatro llamado LA CAJA NEGRA donde me quede sola por casualidad o por insistencia, tan cerca que casi me llego la saliva a la cara de actores de verdad, de mascaras reales y gestos creados de la nada. Solos. Esperando. Que algo ocurra o tener alguien a quien imitar para que entonces todo sea mas facil.
Si, este es el arbol, no debe quedar mucho para que venga. Se hace de noche cada dia mas pronto, las estaciones se suceden y yo existe, se que existo porque alguien me recuerda o tan solo porque estoy esperando y lo se, y soy endemoniadamente consciente de mi espera. Ya debe faltar poco. Este es el arbol.

sábado, noviembre 19, 2005

(Ya vuelvo)

Celebraremos el fin de anno en el aeropuerto de Dublin
Tomaremos el chocolate con Churros en Madrid
El fin del mundo (o el anno nuevo) sera en un avion

La noche y la niebla

Solo quedo la ausencia de aquello, todo parece una fotografia en blanco y negro para que podamos recordar, pues se recuerdan mejor las imagenes en blanco y negro, no me pregunteis por que, tal vez porque el blanco y negro es el fotograma de los recuerdos o de la ausencia de vida y nada hay mas muerto que el campo de Birkenau. No esta manchada aquella tierra. No queda ni una ni una sola gota de sangre porque no queda nada que se pueda morir. No existen rosas mas tristes que las que fueron dejando los visitantes tambien en blanco y negro.
Pasear por el fin del mundo y seguir viviendo. Tan inmenso como nuestra crueldad o nuestra esperanza y tan vacio como ambas cosas. Tan real como las vias del tren y que existe mas incluso que Dios. Una inmensa cicatriz en medio de la nada. Una vez en la vida ha ocurrido y una vez en la vida es necesario tocar esas paredes y una vez en la vida tambien es necesario morir.

Luego queda el silencio.

miércoles, noviembre 09, 2005

Nostalgias

No se si es Goyeneche o Ney Matogrosso o Chavela Vargas o Paco Ibannez o incluso Nacho Vegas a pesar de todo, lo que echo de menos. Tal vez tan solo sea el tacto de pelo azul entre mis brazos o mis libros que miro como si fueran mis hojas. O quiza el chirrido del suelo de madera bajo mis pies y ciertas conversaciones en las que no necesito estar borracha para confesar pero si me emborracho en lo que dura la confesion tampoco pasa nada. Puede que eche de menos porque se ha ido la unica persona en toda esta ciudad que sabia dar un abrazo y tan solo me dejo un pannuelo violeta para anudar mi cuello o porque lo mas cerca que estoy de tu lengua es lamer sellos. No se, por todo eso, o por otra cosa, porque hoy hicieron 3 annos despues de la noche mas larga de la historia y no pude dormir hasta que mi cuerpo cayo rendido de luchar con fantasmas y la mano dentro de mis pantalones no era suficiente para sentirme viva y se que volvere, que estoy volviendo, pero no esta mama. Ya no, aunque a veces suenne con ella, con que fue mas lista que la muerte y le gano la partida y siguio viva despues de toda la parafernalia de ataud y flores. Me va a extrannar volver a casa sin ella, que me lo ensenno absolutamente todo menos a vivir sin ti.

Fue a las 11, a la hora del te bajo el nido de golondrinas. Gracias por ese poco de sol. Sigue sonando Nostalgias.

lunes, octubre 31, 2005

La guerra fria

Es mejor tener en cuenta las leyes universales, como aquella que dice que si aparece una pistola alguien tiene que matar a alguien -tal vez a si mismo- y no olvidar nunca que la existencia de medicamentos provoca enfermedades para luego poder curarlas y la existencia de pistolas provoca violencia. Pero siempre me gustaron las pistolas, incluso antes del "por si un dia todo falla" de Christina y las cicatrices y el crimen perfecto y los punnetazos limpios que provocan borbotones de sangre, y pelear a mordiscos y punnetazos y la ausencia de compasion mientras se lucha y las peliculas de gangsters (tambien los gangsters de verdad, como Al Capone)y los accidentes de coche o ir en un coche a punto del accidente y me gustaba sentir que mi tio podia hacer danno a cualquiera que intentara hacermelo a mi, aunque necesitara sentir su fuerza sobre mi propia munneca o sus cuchillos al borde de mi cuello para estar segura.
Quiza fue por eso que una parte de mi lo entendio todo, entendio que llegara por la noche pegando punnetazos a las puertas porque el ruido no le dejaba dormir y entendio que a la mannana siguiente dijera que esa era la unica forma de solucionar los problemas, que hablar no servia para nada y que en Rusia asi era como se hacian las cosas y que yo era una mujer y por eso jamas me iba a pegar, pero solo por eso, porque era una mujer y el era capaz de ver las diferencias entre nosotros que yo no veia por mucho que me esforzaba. O quiza lo entendi porque estoy acostumbrada, muy acostumbrada a los punnetazos en las puertas y a que los hombres digan que no pegan a las mujeres solo por eso, porque son mujeres (pero que podrian hacerlo) y que las mujeres lloriqueen para calmar su ira y exhiban aun mas su debilidad para que ellos no tengan necesidad de pegar para sentirse fuertes, y cuando desde muy pronto te acostumbras a algo es muy dificil que luego te sorprenda o te impresiones o no admitirlo como logico y normal.
Pero me lo habia prometido a mi misma, que Nunca Jamas volveria a compartir mi casa con punnetazos, asi que dije que no, que no lo entendia, y hay veces que es mejor no entender las cosas, no confiar en las pistolas, no asustarse, no admitir que pueden asustarte por ser una mujer, no lloriquear, no amenazar con mas cuchillos o mas fuerza. Simplemente decir que no lo entiendes, que no lo admites, que Nunca Jamas.

viernes, octubre 28, 2005

El Poeta

La postal permanecio pegada en la nevera con un iman. Fue la unica postal que recibio mi padre y que tuvo derecho a compartir el espacio comun del resto de postales. Era una postal de un tipo alto y rubio y extranjero que solia venir a comer a casa los domingos y que una noche borracho me recito entero Contra Jaime Gil de Biedma y en ese momento deje de amar tan solo los poemas con rima y su voz paso a ser una de esas voces que necesitamos para leer poemas.
Recuerdo las palabras exactas de aquella postal, lo mismo que ahora soy capaz de Recitar de principio a fin Contra Jaime Gil de Biedma como si estuviera borracha. Decia asi:

Entre naranjas y limones
quisiera yo meter
mi capullo y mis cojones.

El Hogar

Junto a la chimenea es posible por fin hacer planes o preguntas, porque existen preguntas que tan solo se pueden hacer a oscuras pero otras que es mejor contestar junto a la luz del fuego, iluminadas en rojo, chispeando mientras se quema la madera.
J. y yo compartimos otra chimenea, hace tiempo, cuando descubrimos que eramos amigos, que a pesar de todo (sobre todo los annos) eramos amigos y aun podiamos hacer planes, el que habia perdido la guerra pero que siempre se comporto como un ganador y yo que nunca perdi nada pero que siempre me senti un poco perdedora. Luego los paseos por la playa, o las noches cantando las mismas canciones, o aquel concierto de Michel Camillo que yo pense que me pondria demasiado triste hasta que el me llamo para invitarme o los libros que el solo me prestaba a mi (y que yo solo hubiera aceptado de sus manos) y la busqueda de los ojos del otro al final de cada pelicula para emitir un juicio exacto en una frase y una mirada no hicieron mas que corroborar aquella chimenea.
La chimenea une seres diversos y existe algo parecido a la confianza cuando nos sentamos, cuando no nos sentimos poderosos pero tampoco perdedores, cuando por fin no tenemos miedo y podemos compartir todo lo que un dia nos hizo sentir frio o dejar que se derrita el frio que aun conservamos en los huesos.

martes, octubre 25, 2005

Charity Shop

Una taza azul made in England para tomar el te 1€50
Una funda para el edredon 100% cotton verde 2€50
Don Quijote de la Mancha 60cents
Un juego de ajedrez (peon negro miss) 50cents
Una pistola 50cents
una pistola

domingo, octubre 23, 2005

Sharing my life (a modo de poetica)


Os lo dire solo una vez, porque hay cosas que es mejor guardar en secreto pero soy horrible guardando secretos y resolviendo acertijos y vale mas contar con ello. Pero entonces lo digo una vez nada mas y si lo olvidais es como si por fin fuera capaz de resolver acertijos y de guardar secretos y volvera a quedar escondido, de nuevo solo mio.
El caso es que hay una forma, un metodo, una clave que me permite algo parecido a la inmortalidad. A veces lo agradezco inmensamente, otras no se como deshacerme de ella, como un vampiro que se aburre de tener la misma edad siempre a pesar de los annos.
Lo primero es elegir el momento. Hay que hacerlo con cuidado, porque si no habitaria para siempre un instante equivocado. Si, es posible habitar instantes. Y me equivoque tantas veces con los instantes que asumo el error como algo necesario, pero cada vez escojo menos caprichosamente.
Es mas facil si en el instante hay algo que no existia hasta ese momento. Algo asi como el nacimiento de una sensación. No importa no saber explicarla, pero si se puede explicar tampoco hay por que renunciar a ella. Es mas facil tambien si hay algo hermoso o sobrecogedor, pero no siempre el mejor instante es el mas facil. Se puede escoger tambien un solo instante dentro de una cadena de movimientos identicos, repetidos dia a dia, pero en estos casos si se toma mas de uno se perdera todo. Hay que actuar con mucha precaucion.
Otra de las reglas que es preciso seguir (la mas difícil para mi, ya os dije que soy horrible guardando secretos) es justamente eso, guardar el secreto. Cuando hayamos escogido el instante no se puede decir a los demas lo que vamos a hacer. Entonces se convertiria en un vulgar juego de seduccion, como decir “te quiero” o “soy feliz”, que son palabras que nos quitan un poco de nosotros, que nos ponen al servicio de ellas mismas, que nunca son palabras sino actos. Y hablar en estos casos teatralizaria el acto de una manera burda. Si, es un acto, pero es un acto interior, por fuerza unico.
Podemos elegir los instantes con antelación, como el fotografo que sabe la hora exacta y el lugar exacto del atardecer mas fotogenico y prepara todo el equipo y pone la película adecuada y coloca el trípode. Yo lo hice una vez. Colocar el trípode y dejar el dedo en el boton el tiempo necesario para recordar para siempre unos ojos que eran azules y verdes y que todavía puedo mirar como si fueran mios y un deje catalan en el tono de voz, y lo guarde tan bien que luego no fue necesario que contestara a mis cartas. Lo vi dos veces en mi vida, las dos con mi mejor camara de fotos y luego fueron annos en que no necesite respuesta. Annos enteros, por eso digo que hay que tener cuidado, que a veces es mejor dejar que los instantes simplemente ocurran y se desvanezcan.

Lo primero las palabras: “Voy a recordar siempre este momento” “voy a recordar siempre este momento” “voy a recordar siempre este momento” repetidas una y otra vez hasta que dejen de tener sentido.

Luego los detalles: detalles infimos, recordaremos no lo que mas nos llama la atención, sino lo que se nos pasa desapercibido, las cosas sin importancia.

Luego la quietud: permanecer inmoviles, grabando en cada poro de la piel en cada viscera, en cada sentido: tacto, vista, oido, gusto, olfato.

De nuevo los detalles. Como si los dibujara encima de si mismos. Como si hiciera el esfuerzo tremendo de crearlo todo, desde cero, que no es pintar un cuadro sino darle forma a una escena de la realidad. Yo creo los colores, las formas, los sonidos, las texturas, los sabores hasta casi poder transformarme en ellos.

No es necesario elegir cosas grandes, podemos recordar porciones, como una mano azul impresa en un techo en el que pasamos la noche porque ya era demasiado tarde para volver a casa, pero no deja de ser un instante, es la mano azul del techo de ese dia, es Billie Holliday en el tocadiscos, es mi jersey de lana rojo demasiado gordo y con los codos gastados y que en el fondo no me gusta pero que siempre meto en la maleta cuando me voy de viaje porque aunque no me guste me abraza, es el colchon sobre el suelo, es un libro negro demasiado pesado sobre mi barriga y tengo que saber el peso exacto de ese libro para poder volver a la mano azul.

Luego hay que saber esperar, que es otra de las cosas –junto con guardar secretos y resolver acertijos- que peor se hacer. Pero no importa. Espero. Al final siempre espero aunque no parezca que estoy esperando. Esperamos y un dia o una noche (solemos escoger las noches para hacer estas cosas) comprobamos si podemos hacerlo, si podemos volver al instante, o que en instante vuelva a nosotros y es como si de repente alguien encendiera la luz. Entonces queda para siempre. Pueden pasar los annos que podemos volver. En el fondo es como aprenderse un poema. Y si o olvidamos no importa, un poema que se ha aprendido bien, que se ha repetido una y otra y otra vez, que se ha recitado mil veces en voz alta y otras mil en voz baja, que se ha vuelto a leer es imposible de olvidar, aunque no se recuerden las palabras.

Solo una advertencia: jamas trates de conservar momentos perfectos.

martes, octubre 18, 2005

Bajo el Volcan


Soy la hija del Volcan. No naci alli porque a mi madre no le gustaban las unnas de mi abuela. Eran unnas de pescadera o de mentirosa, unnas con las que acariciaba a las criaturas de ser humano en un gesto que ella denominaba "el relajo" y que a mi madre siempre le parecio vampirico u obsceno o ambas cosas.
Por esas unnas no naci en el Volcan, como si me hubieran sustraido a tiempo de las garras de un ave demasiado poderosa. Y por eso nos fuimos al norte, muy al norte, yo pensando en nacer y mi madre diciendo que sus padres eran mayores y que tenia que cuidarlos, porque las unnas de mi abuela no bastaban como excusa.
Y los cuido, vaya si los cuido, es de esas personas que no pueden soportar hacer algo innoble, asi que los cuido hasta la extenuacion, hasta la nausea, hasta el suenno, hasta las pesadillas, hasta el mismisimo infierno y los cuido casi hasta poder decir que estaba alli para cuidarlos, que no habia ido solo por huir de unas unnas, si no fuera porque antes de poder decirlo se murio; y eso es algo con lo que ella no contaba

***

Mi padre lo leia una y otra vez. Nunca entero, nunca de principio a fin, sino que lo sacaba al descansillo de la escalera cuando salia a fumar para no molestarme con el humo, porque yo empece a tener asma en el mismo momento del cancer terminal de mi abuelo, para poder decirle a mi madre: "yo tambien estoy mala. Yo tambien necesito que me cuides". Y mi padre no leyo a Malcolm Lowry, sino se lo fumo, se lo fumaba, se lo sigue fumando cuando lo abre al azar en cada cigarrillo, pensando que este va a ser el ultimo, que tiene que dejarlo, que sus pulmones ya estan bastante intoxicados.
Yo no lo lei hasta El Farolito. Cuando vi ese cuadro supe que tenia que leerlo para saber de donde venia, porque mi padre nunca nos dijo quien era.
Y lo lei, tambien hasta la extenuacion y hasta la nausea, tambien hasta el mismisimo infierno y comprendiendo demasiado bien y diciendo, insistiendo en que "bah, no es gran cosa, no se por que te gusta tanto", como si yo fuera lo bastante grande para juzgar un Volcan, el poder del Volcan y sus sombra interminable.
Lo lei hasta aborrecerlo y mancharlo y escupirlo como solo se puede escupir la propia tierra o la tumba de nuestros enemigos. Y odie al Consul, obviamente odie al consul, pero tambien sintiendo que yo misma podria haber escrito aquella carta, la ultima carta de Ivonne, y sabiendo que algun dia la escribiria, palabra por palabra.

Hace ya siete annos.
Siete annos desde mi primer orgasmo y siete annos desde que acompanne al Consul en su agonia. Puedo decir que entonces perdi la virginidad. Uno pierde la virginidad cuando comprende como ha nacido, que gesto lo ha creado, y yo naci del Volcan. De su amenaza, del humo y de la sombra. Del rencor. Del calor sofocante y tambien del deseo y la resignacion, del trocito de infierno que se planta en medio del oceano y se convierte en una tierra hermosa.

sábado, octubre 15, 2005

Grayuela


Lo recuerdas, verdad? Recuerdas que los hombres se dividian en cuatro categorias irreconcilibles: Los que no conocian a Cortazar, A los que no les gustaba Cortazar, los que preferian los cuentos y el ultimo grupo, el mas peligroso, el que nos hacia escondernos o temblar o poner al menos ante nosotras una gruesa proteccion de sarcasmo: los apasionados por Rayuela.

Porque nunca quisiste ser La Maga y yo nunca quise besar un Capitulo 7, y ninguna de las dos habiamos aprendido a volar, malgre Oliverio, y nos negamos con fuerza a ser parte de la historia. Nos negamos a ser descritas, o buscadas, o descubiertas y ellos solo querian decribir o buscar o describir o simplemente seguir las reglas de otro juego, amando a mujeres mayores (que podian ser su madre o que lo eran realmente), exigiendonos que fueramos mas altas, mas lejanas, mas inalcanzables.

Yo lo recuerdo siempre, y recuerdo que me costo abrir ese libro como otra maldicion (si, tambien es de esa clase de libros que te esperan) y que respire con alivio al descubrir que yo no estaba alli, que podia aprender a jugar pero que no era parte del juego, porque Rayuela es despues de todo un libro solitario, y eso es lo que ellos no comprendieron nunca. Por eso nos necesitaban y por eso me negue, me negue incluso mientras lo estaba leyendo y no podia evitar subrayar y doblar paginas pero me negaba y torcia la boca. Y tu que siempre entendiste Rayuela antes de leerla, incluso sin leerla, mucho mejor que cualquiera que respondia lleno de un raro orgullo "Oh, Rayuela, mi libro favorito". Y yo que no pude leer Rayuela sin ti, porque despues de todo tu me ensennaste a hacerlo.

Ahora que L., con sus 16 annos recien cumplidos (casi a la vez que yo) me dice: "El(siempre hay un el) no quiere quedar conmigo. Ha leido Rayuela y dice que solo quiere verme si nos encontramos por casualidad" no se si sonreir (o, mejor dicho, no se que clase de sonrisa poner en mi boca). Ahora que me deje Rayuela lejos, como si me bastara leerla una sola vez y que sigo jugando a nuestro juego, ahora que he dibujado -a pesar de mi misma- las diez baldosas y las he pegado en la puerta de mi habitacion, ya no respiro con alivio. Simplemente lo acepto, con resignacion y hasta con sarcasmo, acepto a Cortazar todo entero porque yo tambien... a veces, y cuando no me ve nadie... yo tambien soy Rayuela.

jueves, octubre 13, 2005

Absalom, Absalom!

Ahora se que ha existido siempre, que estaba ahi esperandome. Pacientemente porque necesito que tengan mucha paciencia conmigo y el o ello me espero durante tres annos y un mar porque tenia un nombre que sonaba muy fuerte, que retumbaba borrando el resto de la historia y yo solo podia leer un nombre y no, no es un libro de los que puedas leer a secas y para esos es mejor esperar a ser suficientemente fuerte para soportarlo, y entonces se les exige paciencia y te esperan desde el rincon mas visible de la estanteria, acompannandote cerrados en la mochila, mirandote, diciendote que no importa lo que tardes, pero que te estan esperando.

Y entonces, un dia, te mudas a ellos. Con todas las consecuencias, dejando atras la casa que ya tenias, el cuarto que sabias de memoria antes de abrir los ojos, los objetos que no tenian significado concreto (o si) pero que te acompannaban con sus formas familiares. Te mudas y entras en un libro y ocurre pocas veces en la vida pero cuando ocurre es mejor estar preparado y ser fuerte y no asustarte de que parezca inhospito o demasiado grande o de no estar acostumbrada a la textura de los muebles.

No sabre nunca si soy yo la que me he mudado o ha sido el, con sus cien millas cuadradas de terreno, el que se ha mudado a mi (me parece que tiene que ser lo primero, porque yo soy pequenna y no se si me caben dentro cien millas cuadradas) pero se que ha existido siempre y ahora ya no podremos vivir lejos uno del otro -quiza nunca pudimos y antes simplemente lo fingiamos-.

Es una maldicion como otra cualquiera.

jueves, octubre 06, 2005

Companneros de viaje

Bebo te. Ahora si. El te que sigue caliente aun cuando se ha enfriado y no el de antes, el que siempre estuvo frio incluso recien servido. Lo trajo una mariposa que sobrevolo sin descanso todo el mar cantabrico, con las patas manchadas de te, de piedras de mi playa, que vino impulsada tan solo por un soplo (porque hay soplos capaces de hacer volar a las mariposas a traves de oceanos enteros, como hay voces capaces de abrazar y de permanecer pegadas a las letras de los poemas como las piedras y el te a las patas de las mariposas y si hay alguien en el mundo con esa voz o con ese soplo esa persona es G.). Bebo te y fue el cumpleannos de H., la misma H. que el puso a su nombre, delante de su nombre, obstinadamente, como un viejo intelectual desfasado o un ninno que de repente les dice a sus padres que tiene otro nombre, pero que a la vez les perdona -solo a ellos- que le llamen con el nombre de antes. Fue su cumpleannos y me parece como si no hubiera sido, porque yo no estaba alli y desde el momento en que nos sentamos juntos en el curso de LA METAFORA fue como si hicieramos un pacto, uno de esos pactos entre ninnos, inocente pero inquebrantable, de que siempre celebrariamos juntos nuestros cumpleannos (y yo nunca en mi vida habia celebrado un cumpleannos), lo mismo que no necesitamos indagar mucho para saber que cada uno de nosotros hubiera podido vivir en un burdel o un monasterio indistintamente. Y ya se acerca Halloween y creo que voy a poder disfrazarme sin G., aunque tendre que llevar algo que me recuerde a ella, porque si no no sera igual de magico, no me transformare como nos transformamos cuando nos disfrazamos juntas, tomandonoslo en serio, siendo conscientes de que por corto que sea el carnaval es otra realidad con otras reglas, que no podemos o no debemos traicionar. Y creo que tambien podre encender velas e invocar espiritus sin H. aunque tendre que pensar en H. porque si no corro el riesgo de no sentirme poderosa y quiza necesite tambien aprender sus palabras porque con las mias no sera suficiente. Y sonreire con la pequenna S. que es tan ninna aun siendo tan mujer, capaz conmigo de confesar secretos en medio de multitudes o ante los elefantes y podre de nuevo ser inocente, con ella, que siempre lo va a ser ocurra lo que ocurra.
Bebo te y aun hay otro nombre, pero nos hicimos demasiado danno como para escribir tan siquiera su inicial y ademas tenemos el pacto de olvidarnos mutuamente, aunque tambien recordare, aunque intente evitarlo, pero no quienes fuimos ni quienes somos ahora, sino las partes de nosotras que nunca se conocieron. Bebo te. A vuestra salud, companneros. O, mejor dicho, con vosotros, con quienes viajo, aun cuando no os vea.

miércoles, septiembre 28, 2005

La mannana despues del diluvio universal

Guarde silencio. Decidi dejar a un lado la melancolia y los trajes de princesa. Pero 26 annos son muchos, aunque no lo parezcan. 26 annos llevando un traje al final se te acaba pegando al cuerpo y no sabes muy bien cual es la realidad desnuda. Asi que hoy escribo, como una carta, con un Querido seguido de dos puntos, como deben ser las cartas. Ahora que ha dejado de llover pero mis calcetines siguen mojados.
No era dificil vivir, en el fondo estaba equivocada, pero ayer V. me dijo "you look happy" y tuve que responder por primera vez que si, que estaba feliz, que todo marchaba bien, que tenia una casa azul y direccion postal y lindos companneros de casa y que papa me habia dicho "mastica bien" al despedirse, cuando me llamo por telefono, y que sentia a toda la gente a la que quiero "very close to me" y que ya no me daba miedo la bici y que tenia suficiente dinero para no mirar 10 veces un billete antes de desprenderme de el y que ya podia empezar a tomar el te, mi propio te, no el de sobrecitos sino el que huele a te y tienes que hundir los dedos para sentir la cantidad exacta y que ya habia vuelto a escribir y que ya habia encontrado mas postales en blanco para ti y que si, que por primera vez podia decir que estaba feliz.
Creo que fue una hora despues cuando me dijeron que no era lo bastante rapida y que tenia que hacer esfuerzos por sonreir a los clientes, que seguro que en otro lugar tendria mucha suerte y estaria muy bien, pero no alli, que no era parte del "strongest team" que necesitaban y me hubiera gustado que se equivocaran y patalear y maldecir mi triste suerte pero solo llore, como lloro al cagar, inconteniblemente y sin tristeza, solo porque ayuda a desprenderse.
Esta mannana doble el uniforme, lo guarde en su bolsa y espere a que dejara de llover para salir de casa.

lunes, septiembre 19, 2005

Ruptura

La pequenna Charlotte se rompio entre mis manos. Justo un dia despues de que le dijera que me iba a ir, que me daba pena pero que no podia vivir tan lejos. Era verdad que me daba pena, podria haber sido mentira pero esta vez era verdad, echare de menos el bosque, y poder ver la luna desde la cama y sentir mi cuerpo sin aristas, iluminado tan solo por la noche, echare de menos los dos gatos junto a la chimenea, las peliculas mientras ella prepara lentamente su alimento a base de verduras y semillas, cocinado como construyen los pajaros sus nidos, extrannare la bici como una obligacion para poder llegar y sobre todo echare de menos decir "lo siento, es que vivo muy lejos" ante cualquier invitacion a una pinta de Guinness.

Me llamo desde la cama y estaba temblando y tenia frio y me preguntaba que estaba mal, por que le ocurria todo aquello. "Algo terrible me ocurre" le dijo por tu telefono a su acupuntor "por favor, llamame". Le sujete la cabeza, le puse la mano sobre el pecho, le deje una ramita de menta junto a la almohada y me quede con ella. Cuando por fin se tranquilizo y se durmio me fui al jardin. Si, me va a dar mucha pena. Es una suerte que no sea mas barato, o no tener direccion postal. Creo que podria quedarme aqui, siempre he sentido una extranna debilidad por los neuroticos.

sábado, septiembre 03, 2005

The sound of silence

Ya se han marchado todos. Se han ido poco a poco los fantasmas, las monjas, los doctores, chamanes, las comadronas, los catadores de vino, las estrellas de Hollydood, los perros y los gatos, la familia politica, los novios, los amantes, los que siembran belladonas en los desiertos de las ciudades, los poetas o los que creyeron serlo, los chantajistas, las mujeres con sombrero, los fumadores de opio y de tabaco, los marineros, las princesas, los delincuentes, los ganadores de trofeos, la presidenta de la comunidad de vecinos, los que solian rezar a un Unico Dios Verdadero, los fabricantes de papel con el que se fabrican los periodicos, los peluqueros, las floristas, los funcionarios grises y los blancos, los que fueron sonnadores cuando todavia eran jovenes y los jovenes que tenian miedo. Se han ido formando una gran procesion como en un funeral por el descanso de las almas inocentes, las que murieron con sus zapatos rojos al borde de la playa. Quien sabe si siguen todos juntos como buscando algo o ya regreso cada uno a su casa para llegar a la hora de la cena.

viernes, septiembre 02, 2005

Uni-formes

Sin anillos. Sin pendientes. Sin colgantes (la mano de plata, la gondola de oro). Sin perfume. Sin ninguna senna de indentidad. Tan solo el uniforme, repetido como en un par de espejos frente a frente. El primer uniforme que no me pongo solo para carnaval, porque en carnaval si, me gustaba usar uniformes en ese borde en el que no eran ni verdad ni totalmente falsos.

Detras de la barra, tan solo en medio cuerpo, atenta a los uniformes de los del otro lado, los doctores, psiquiatras, las rayas azulas de las student nurse, todos los uniformes llevan descuento especial, cortesia de la casa. Si llevan tubos insertos en la piel, o heridas o vendajes, o son ancianos o estan perdidos tengo que cobrarles el te como si no fuera necesario.

Toco los uniformes iguales a mi misma, ya no acaricio espaldas tan solo en carnaval, cuando podia tocar bordes, ahora las acaricio para descubrir la curva de un cuerpo solido y distinto. Debajo del uniforme cada cuerpo se empenna en seguir siendo unico.

jueves, agosto 18, 2005

Separacion

Ella preferia el azul. Lo ensennaba siempre con orgullo a todas las visitas, lo abria ella misma, explicaba cada una de las paginas como si fuera la portadora de un tesoro "mira a mama que guapa". En los demas albumes mi cabecita roja llena de pelo negro ya empezaba a aparecer, ya no estaba ella sola. Conquiste su espacio, al principio sin darme cuenta, luego siguiendo el juego que nos habiamos trazado desde pequennas. Solo en el album azul permanecia el tiempo perdido, el momento de ser hija unica.
No hubo nunca mas ni un album ni un carrete ni una imagen familiar que no me contuviera. Incluso ella me fotografiaba una y otra vez, quiza resignada a dejarme el espacio que le robe desde el principio. Existen pocos momentos de mi vida sin fotografias, sin testigos en colores brillantes.
Por eso me extranno que no me fotografiara esta vez, cuando vino, y me extranno que quisiera volver a aparecer ella sola, orgullosa, junto a Oscar Wilde o con partituras en la mano de canciones de Mozart.
Me extranno esa unica foto que me lanzo con la pierna cruzada delante de la cara. Sin rosotro.
Vuelve a tener el album azul, el suyo, el que le da derecho a tener un cuarto propio. Ahora yo sin imagenes descubro la realidad de un cuerpo que no sonrie a la camara.

lunes, agosto 15, 2005

Limites

Cada dia los limites del cuerpo son distintos. Como los limites del idioma. Tambien. En el fondo no son necesarias tantas palabras. Lo importante cabe en una libreta de mano (quiza con unos gatos dibujados en ella) y lo importante tambien cabe dentro del cuerpo. Es curioso que haya tenido que irme tan lejos para descubrir mis manos, la longitud de mi unnas, la planta de mis pies, el ovalo de mi barbilla. Y pegado a todo eso existe el mundo.
Y el mundo esta constituido a base de agua. Eso lo se. Lo puedo demostrar. Tengo un punnado de postales escondidas bajo la axila izquierda de los lugares acuaticos del mundo.

La lluvia cae sobre el rostro de Elektra, volviendola visible.
Yo estoy justo en el limite, en la orilla, en el punto justo donde el agua choca con lo solido.

miércoles, agosto 10, 2005

Aprendiendo a ser pequenna

Un sonajero de lapices de colores faber castel suena detras, en mi mochila rosa. Me acompanna el largo camino de casa a la ciudad y de la ciudad a casa. Marca el ritmo de los pasos exactos y puedo dibujar como una ninna, aunque ya sin miedo. De pequenna me daba tanto miedo dibujar. Escribir nunca, las palabras tienen una mecanica distinta y se posan en las manos con solo soplar, como el polvo de hadas.

Espanta a los demonios mi sonajero de colores y vuelvo a ver las mismas peliculas que veia con mi abuelo y me vuelven a no parecer ridiculas y vuelvo a leer cuentos para ninnos sin pensar que yo soy o debo ser mas lista o mas culta o mas mayor. El ingles es como un juego, por eso no me gustaba de pequenna, porque en el fondo no me gustaban los juegos, solo las cosas serias, las cosas de gente grande.
De pequenna igual no hubiera llevado una mochila fuxia con un sol sonriente, ni unos lapices de colores para dibujar cisnes, de pequenna no buscaba Nunca Jamas y me negaba a aprender a hablar en ingles. Por suerte no me negue lo suficiente, no con bastante fuerza, por suerte nunca es tarde para aprender ingles o a dibujar o a ser pequenna.

jueves, julio 28, 2005

Shop Street



Puedes recorrer sin parar la misma calle sin vivir nunca la misma escena, sin escuchar jamas musica identica, sin estar dos veces en el mismo lugar.
Shop Street es un rio9 de mimos, musicos, vendedores y artesanos, terrazas y Guinnes y Bulmers doradas como champagne y ahora sombreros y tocados y flores en el pelo.
Performances, bailes, tambores que vienen desde algun lugar calido porque la calidez tambien es posible en Galway.
Ningun artista es lo suficientemente malo ni lo bastante bueno para acutar en Shop Street. Ninguno demasiado viejo ni lo bastante joven. Ningun extranjero demasiado extranno, y yo tampoco muy extranna y consciente de que tampoco soy la misma cada vez que recorro esa calle. Aire renovado, transformacion constante.

(Escribire pronto, con un poco de suerte la semana que viene no tendre que pagar por escribir)

viernes, julio 22, 2005

Deck Spanish Playing Cards

Ese era mi tesoro, tan raro de encontrar en esta tierra. Alguien queria ensennar a juar al mus, asi que puso un cartel por fuera de la biblioteca. Dos pintas de guinness por una baraja. Primer trueque insolito, segunda guiness, primeras sonrisas amigas. Perdiendo a mi rey de oros quiza haya conseguido dejar algo atras, algo que pesaba. Sin cartas mucho mas ligera. Dificil, bastante dificil todo esto, pero mas ligera. Kawabata duro menos de lo que esperaba, lo necesitaba tanto que me lo bebi casi de golpe. Lo bueno de los libros es que te los puedes beber una y otra vez, cuando tengas sed. Las cartas tambien eran capaces de aplacar la sed momentaneamente.

Ahora me sentare a escuchar el rio. Dicen aca que si te sientas a escuchar el rio obtendras una trucha.

miércoles, julio 20, 2005

Exceso de equipaje

Unas letras sin acento. Apenas unas letras y las maletas demasiado llenas. Justo lo que necesitaba o lo que creia que era necesario para no perderme del todo sin darme cuenta de que necesito perder cosas, dejarlas, abandonarlas, tirarlas, machacarlas, quedarme tan solo con la mochila negra, esa en la que guardaba mis patines, y que es suficiente. Mas que suficiente.

El negro de los cuervos resalte sobre el verde tan verde que hiere. El ciel tiene luz siempre a pesar del gris de las nubes. Llueve y sin embargo hay luz, siempre luz y musica, en cada esquina, muchisima musica, una melodia no se si del viento o de labios pelirrojos. Trabajo nada. Sigo extorsionando a cualquiera que se deja en nombre del carigno. Esto es lo que pasa por jugar a ser independiente con exceso de equipaje.

lunes, julio 11, 2005

Descubrimiento




André Breton: Ya sabemos lo que es una cabeza

Giacometti: ¡Yo no, yo no lo sé!

sábado, julio 09, 2005

Jim



Lo único que tenían en común. Lo único que los dos amaban realmente. No compartían nada más, ni una idea política, ni un gusto literario, ni los amigos, ni una película, ni siquiera una canción. Sólo Jim Thompson. Jim sí, Jim es rotundo y a él quizá le gustaba la narración de las escenas sórdidas, la sangre, los navajazos, la crueldad, la tortura y el incesto –sobre todo el incesto– y a ella esa precisión de cirujano y su plena comprensión del odio, del asesino dentro de nosotros.
No sé si se querían o es que no podían vivir el uno sin el otro, como Carol y Doc, pero al final del todo, cuando ya no confiaban y se había destruido todo el respeto y luchaban por destruirse el uno al otro. Tantos kilómetros en el mismo coche, sin opción de ir a ningún otro lado y a ella que le gustaba tanto el cine francés porque había sido feliz en París y a él La balada de Narayama que vio una y otra y otra y otra vez quizá porque nunca había sido feliz y le hubiera gustado romper los dientes de la mujer que le rompió los suyos.
Empecé a leerlo por eso, porque era su único vínculo, lo que los mantenía unidos, aunque fuera algo cruel, y yo quería que siguieran unidos, aunque se hicieran daño y empecé a tatuarme el daño en cada novela para poder convivir con asesinos y sobrevivir. Sobrevivir siempre, como Red y no escapar de mí misma, saber que no podía. Jim me contó todos los secretos que necesitaba saber y que ellos no me dijeron, quizá para que no sufriera, quizá sólo para intentar mantenerse unidos pese a todo. Engañando a los demás luego es más fácil engañarse a sí mismo.
Cuando él se fue dejó botellas vacías, polvo blanco sobre la mesa del ordenador y miles de papeles escritos por las dos caras. Pero se llevó a Jim Thompson. Toda la colección, todos los libros que yo había ido reuniendo cuidadosamente. Sé que los necesitaba, pero ¡Maldita sea! yo también, yo también necesito a Jim y no me quedaba nada.

No me devolvió ni un solo libro. Yo tampoco los recogí cuando estuve cerca. Pero me lo mandó a él, a Jim Thompson, en persona, aunque no sé por qué me pareció ver sus ojos en el cuadro, pero ya sin miedo. Sus ojos que me miran desde los de Jim diciéndome que no tiene miedo, que nadie le ha roto los dientes y que puedo confiar en él. Es fuerte y no tiene miedo, desde los ojos de Jim ya no tiene miedo, no huye de sí mismo. No tiene miedo. Puedo confiar. No tiene miedo.

jueves, julio 07, 2005

El artista del arte

Todo era un arte, desde el más pequeño de los detalles cotidianos hasta el acto más grandioso. Igual era amor desmedido, amor que se bastaba a sí mismo y por eso era tan difícil compartirlo o tan solo un miedo atroz a la vulgaridad. No soportaba las cosas vulgares, ni siquiera las grandes cosas vulgares, y la segunda noche ya colocó mi cuerpo como mandaba Rodin y en la tercera ya le había puesto una canción a mis gestos, y en la cuarta o la quinta ya interpretábamos los planetas de Holst enredados en el sofá y luego me fue enseñando frase a frase a Horacio Oliveira como si fuese él mismo, y sólo más tarde descubrí con horror de dónde venían esas frases a medio susurrar entre las sábanas.
El arte de fregar los platos, el arte de planchar, la película de El Arte de Morir, que me explicó plano a plano, y el arte de hacer flores de papel que me fue enseñando porque yo al principio era buena alumna. El arte de enseñar a los niños la teoría de la relatividad. El arte del amor y de la guerra, el arte de los carboncillos y los pasteles porque nunca se atrevió con los óleos o el arte de tocar el bajo, o los teclado, o la batería o incluso la guitarra pero nunca el contrabajo, porque nunca llegaría a tocar como su padre y hacía que tocaba con la guitarra, como si la guitarra fuese un contrabajo de juguete.
El arte de copiar el arte y el cuadro del que me tuve que deshacer porque sangraba en la cabecera de mi cama y me llenaba la boca de un sabor metálico y salado.
Entré en ese mundo por la puerta grande. Yo, que siempre había querido ser una musa. Yo que había garabateado en un papel “nací para ser amada y me tocó ser amante” porque quería flores, y pinturas y música y versos dedicados a mí y quería inspirar a fotógrafos, a artistas y no tener que aprender a crear yo misma, a escribir, a cantar, a dibujar, a encuadrar, a buscar mis propias musas y enfrentarme a ellas, pelearme con ellas. Yo, que no quería ser de carne y hueso de pronto estaba exactamente en el lugar que había anhelado, era parte de un cuadro, de una melodía, era una creación a medio hacer, exquisita, magnífica. Yo, que me fui resbalando, escurriendo, avergonzando, dándome cuenta de que era vulgar y con tanto miedo a que no me soportara, a no ser tan digna como Klimt o Joyce o Miles Davis.

Con todo, nos amamos, a nuestra manera, pero era un amor que no nos necesitaba para existir, que le estorbábamos, que nos tenía asco.

Pétalos

La dejé a mis pies, porque ahí la pusiste, a mis pies. Estonia o el azul, no importa, los dos apoyados en el espejo añil, a juego con la postal que llegaría luego, necesitando de ella. El espejo cogido de la basura, junto a casa de la madrastra, el mismo espejo que me recuerda que ya tengo que empezar a tener cuidado a la hora de morder manzanas y que no quiero colgar, me gusta así, a los pies de mi cama y a mis pies, reflejando mis pies cuando me calzo o cuando me desnudo y no sólo verme desnuda en la bañera que elimina todos los bordes y suaviza la piel. Desnuda de cintura para abajo, ridícula, con un país azul entre mis pantorrillas y una luz muy fuerte de flexo enfocándome como en un interrogatorio.
Las postales son flores que brotan en cada herida como antes, como mamá que nos dibujaba pétalos en las heridas con mercromina y las transformaba en margaritas y así nunca quemaban.
Sólo que una vez la herida fue demasiado grande y no pudo convertirla en flor, así que la utilicé para aprender a distinguir la izquierda, a saber que la izquierda era el lado de la herida inmensa, de la mancha de mercromina amorfa, y desde entonces he tenido una herida en el lado izquierdo.
Miro mis piernas en el añil, donde la izquierda pasa a ser la derecha y ya no necesito mercromina para distinguir algo inaudito, pero sigo necesitando pétalos o postales para que las heridas se transformen en flores.

sábado, julio 02, 2005

Otra luz



Era un milagro. Verla dibujar cuando yo ya había dejado de creer en los milagros. Apenas hablaba, se sentaba calladita y cogía un boli y de repente empezaban a brotar cosas desde algún lugar que no podía ser su mano, que ni siquiera podía ser ella del todo. Conocía un lenguaje secreto y sólo ella fue capaz de verlo, de descubrir que las Torres Gemelas en llamas tenían que aparecer justo detrás del portal de belén y la Virgen María tenía que llevar un burka y San José un turbante como Bin Laden. Los demás no nos habíamos dado cuenta.

Quizá nadie sabe dónde ha nacido. Yo sí lo sé. Demasiado bien. Asistí a las discusiones, a los accidentes de coche, asistí a su luz en el lugar más oscuro y más triste de este mundo, asistí a su bondad entre los seres más mezquinos que conozco, asistí a los chantajes, a los imperativos, a las órdenes, a esa forma que tiene él de hacer comer a las niñas para que crezcan sanas y a esa forma que tiene ella de lograr que “papá” no se enfade. Y no sé si entenderán por qué dibuja ahora seres tan oscuros, tan llenos de heridas que sangran todavía, hermosos pese a todo.

Dice que no se atreve a dibujar, que le falla la inspiración, que está en crisis. Me reiría si no fuera porque nunca me río de los maestros, aunque tengan doce años. Menos aún si tienen doce años. Me reiría si no fuera porque sé que va a ser difícil y que a veces es necesario no atreverse, o tener miedo. Por fin tener miedo.

viernes, julio 01, 2005

Esperma



Después de todo, también amaso esperma con mis manos, hasta que quedan blandas, muy blandas, hasta que son capaces de acabar con esa barrera de soledad que nos rodea a las personas solas y que es como una señal de STOP –a ti que siempre te gustaron las señales de tráfico porque era necesario descifrarlas– que no deja a nadie con dos dedos de frente acercarse demasiado.
Porque a veces para amar al mundo es preciso haber estado solo, haber pisado mil mesas de café y haber sido invitada a las habitaciones privadas, en las que una nunca se termina de sentir desnuda. Y después estar sola, recitando monólogos con voz grave. Y más tarde encapricharse con la caza de una ballena blanca y abandonarlo todo, incluso la soledad de farero tan alto, tan necesario y meter tus manos blancas en los toneles, hasta que soy capaz de tocar las manos idénticas y apretarlas para que se deshagan como esperma y sentirlas tan suaves.

martes, junio 21, 2005

Loza

Ella no lo sabía, yo no se lo había dicho así que tengo que pensar que no lo sabía y supongo que esa fue la razón por la que le pareció un regalo estúpido. No sabía de mis días blancos frente al plato demasiado lleno o de mi mareo al atravesar el pasillo para llegar a la cocina, tropezando con todas las paredes, o de la música siempre insuficiente para poder estar acompañada, o de mi manía por escuchar canciones tristes mientras hundo el cubierto en algo sólido, o de mi dificultad para saber en qué bocado ya estoy llena y ya es suficiente y puedo dejar de comer. No conoce que tengo miedo a la cocina cuando estoy sola, miedo al gas o a caerme desde las banquetas o a no saber dejarlo todo limpio. Miedo a terminar la comida y miedo a que se pudra en la nevera. Miedo a no saber qué preparar. Pero sobre todo ella no sabía que a veces sin querer me da por pensar que no merezco tener hambre. Así que puede ser esa la razón por la que se avergonzó un poco de su regalo, de sus tres platos coleccionados de la revista Diez Minutos con frases de El Quijote que siempre me sonríen cuando como, que no me dejan caerme de las banquetas, ni tropezar con las paredes como un borracho y mucho menos pensar estupideces.

La salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.

Todas nuestras locuras proceden de tener los estómagos vacíos y los cerebros llenos de aire.

El camino no se puede seguir sin antes descansar y gustar del buen yantar

lunes, junio 20, 2005

je hais les dimanches

Como una ceremonia, justo en la frontera aunque es difícil atravesar las fronteras. Nunca sabes qué se va a transformar exactamente y es necesario trazar un plan meticuloso para sobrevivir. Los domingos son inexcusables, mejor ponerse la camisa nueva y hacer como si tuviéramos algo que celebrar. Nunca sabemos bien si celebrar el final o el principio, pero en el fondo vienen a ser lo mismo, el fin del mundo y el año nuevo. El mundo que nunca se termina, sólo atraviesa una y otra vez sus propios finales.

Siempre llegaba tarde a misa y ahora sigo siendo torpe con las ceremonias, incluso con los domingos y no era capaz de pararme quieta y pronunciar las frases exactas y sentarme cuando era necesario pero ahora quieta, sentada, a salvo y aprendidas ya todas las frases y es curioso que siga siendo igual de torpe para sobrevivir domingos.

domingo, junio 19, 2005

(Caballitos de cartón)

Ya podéis descargaros mi programa.

(post autodestruíble)

sábado, junio 18, 2005

El final de los libros.

Leí El Mago obstinadamente, noche a noche, con la promesa firme de que cuando terminara a Fowles terminaría también aquella historia, los restos que aquella historia había dejado en el borde de mi cama. Había hecho la misma promesa tanto tiempo antes, con Ada o El Ardor, y había sido mi primera promesa casi inconsciente, como un juego fatal porque los libros se terminan y las historias se terminan y a mí nunca me da pena ni miedo terminar un libro pero ese sí, ese quedaba quieto, agazapado en la estantería, recordándome siempre que no importaba lo que tardara en leerlo, que él ganaría, que llegaría hasta el final.
Me obligué a mí misma cuando al fin fue posible, cuando estaba sola y sabía que podía sobrevivir, porque estaba sobreviviendo, a duras penas, y me obligué a la única compañía hostil, la compañía que se iba agotando a cada página en Madrid en agosto y con mamá agotándose también página a página, dejando de existir mientras yo cortaba zanahorias en oblicuo, grababa películas de Truffaut, leía Ada o El Ardor y me despedía aunque procuro que no se note cuando me estoy despidiendo.
Con El Mago fue más sencillo. Nunca me gustó y sólo al principio pensé que era real, en seguida la mascarada empezó a parecerse demasiado a sí misma. Una mascarada resulta agotadora cuando se alarga mucho, y las máscaras se pegan tanto a la piel que molesta arrancárselas, y sigo arrancándome las tiritas y las máscaras poco a poco, nunca de un tirón, y sé que así es peor, que duele más, pero no puedo o no quiero evitarlo. Lo leía casi a oscuras, sólo por la noche, me negué a que me hiciera más compañía de la estrictamente necesaria.

Hoy ya olvidado El Mago. Obediente, se quedó en su isla donde el tiempo no pasa sino que se acumula y permanece, y bajo mi almohada un libro que no tiene final, que conoce de sobra los finales, pero que guarda un sitio al que escapar, un lugar secreto que existirá por Siempre Jamás.
De ambos.

miércoles, junio 15, 2005

Venganza

Escribiré los versos más hermosos y los esconderé donde jamás llegues a encontrarlos.

Esa será mi secreta venganza.

martes, junio 14, 2005

mis colores

Soy azul por fuera y amarilla por dentro. Supongo que soy azul porque vivo al lado del mar, aunque desde la ventana sólo se puede oler, o tal vez porque pisé (si es que se pueden pisar esas cosas) un océano y dos mares desde el vientre de mamá, quizá porque desde este lugar de cielo siempre gris el azul es un color que se tiene que inventar, obstinadamente, y a fuerza de inventarme azules se me quedaron en la piel. También puede ser por aquel día en Tenerife, cuando dijeron que había una lluvia de estrellas y nos quedamos toda la noche mirando para el cielo, un cielo oscuro pero azul, y creo que me transformé un poco, porque a veces las transformaciones son fulminantes, como el día que dejé de ser cuidadosa tras no entender un partido de baloncesto o el día que descubrí la ira mordiendo una diadema fucsia en el asiento de atrás del renault 5.
El amarillo es más fácil de explicar, lo adquirí a fuerza de comer limones. Primero exprimidos sobre una hoja muy grande y muy verde de lechuga, luego mordiéndolos del fondo de los vasos de refresco, porque lo que más me gustaba del refresco era morder el limón. Por último me lo bebí en infusión, “carioca da limao” le dicen en Portugal y es lo más parecido a beber amarillo puro.
Una vez mordí un limón entero, gajo a gajo, del árbol de quien me recomendó Limones Amargos aunque nunca llegué a leerlo, sólo morder los gajos uno a uno de aquél limón amargo y sin embargo tan necesario como amarillo.

Hay quien no se da cuenta, y dicen que soy verde, que mis manos son verdes y mi sexo es verde y mis dientes son verdes como los de la mora y que mis ojos también son verdes y mis pies, sobre todo mis pies, son verdes. Verde como la piel de las manzanas o como las hojas o toda Asturias siempre verde. Es tan evidente el verde, tan fácil, tan obvio, sólo si miráis con atención os daréis cuenta de que el verde y yo somos dos colores.

viernes, junio 10, 2005

Elecciones incómodas

Al final te quedaste en casa. Igual fue falta de valor o exceso de vergüenza o simplemente que no habías terminado de separar los granos de arroz de los granos de lentejas o que tus zapatos de petigrís que una mala pronunciación convirtió en incómodos zapatos de cristal se negaron a escaparse de tus pies. En francés es casi lo mismo vidrio que petigrís que verso que verde que gusano.
En la cocina, desmenuzando chicharros en lugar de desnudarte sobre una mesa de billar tan verde tan brillante, quizá nunca te cegaron los brillos de la noche porque siempre los conociste demasiado bien o fue que los conociste de madrugada, cuando ya están opacos.
Tus discos en francés allí, al otro lado, donde se quedó Gilda y Edith Piaf y Lili Marlene y Afrodita y Belle de Jour y François Hardy y Chavela Vargas y María Félix y todas las mujeres que quisiste ser algún día, en lugar de desmenuzar pescado con manos elegantes, recién lavadas para no parecer un perdedor.

martes, junio 07, 2005

2 6

Siempre que se acerca me pongo un poco triste. No es que me moleste cumplir años, al contrario, me gusta atravesar etapas del camino y más soplando velas. Ayer se cumplió uno de mis deseos y pude respirar hondo, llenando los pulmones, caminando hasta cerca de la frontera para declamar en voz alta la Oda Marítima en portugués, qué más da que piensen que estoy sola. Los poemas se leen en voz alta, y más con un idioma como el portugués que tiene tanto de mar. Al lado del mar las cosas pesan menos, pero todavía el sur queda muy lejos y es imposible aprender el último hechizo si no se alcanza el sur.
Brilla tanto Pessoa que sólo puedo leerlo con los ojos limpios, y ahora la única manera digna de limpiar los ojos es mirar en los de los demás, aunque a veces da miedo tanto vacío. Es un camino largo aprender a entender ese vacío, a amar ese vacío, porque todos nosotros tenemos algún agujero en el que resulta tentador esconderse.
El sábado un año más y los zapatos plateados ni siquera caerán por fin en el desierto, en nuestro desierto, en el paisaje más desolador y más hermoso... no esperando ningún milagro, porque descubrí ya que esperar milagros era lo que me ponía tan triste.

lunes, junio 06, 2005

Paloma

La casa empieza a hablar cuando vacía. Mi piel quemada roja por el sol de la tarde. El de la mañana fue amable justo cuando Dorothy atravesó el campo de Amapolas. Yo caminé en esparto hasta la orilla del mar para leer el Mago de Oz y mi piel no se quejó. Sólo más tarde, en la terraza, con el té y cosas pendientes, entonces sí me quemé.
Esta tarde monté a Paloma, a pelo, y era un animal hermoso y hasta nos quisimos un poco. No sé montar a caballo, pero me dio confianza, y levanté mi vestido naranja de estrellas hasta que mis bragas rozaron con su pelaje “isabelino”. Cabalgué sólo un poquito, lo suficiente para recordar que soy un animal, que amo a los animales, que me entienden, que sé montarlos aunque nadie me haya enseñado, que yo también entiendo su cariño.
Ahora un poco de hipo y no encontrar mis gafas que nunca encuentro entre cosas que no son del todo mías, pero hoy cabalgué con los muslos desnudos rozando su grupa, quién lo iba a decir, y lo demás importa más bien poco.
Soy poderosa y fuerte y sé mantener mi desnudez sobre una yegua nerviosa y puedo abrazarla y sentir amor, porque mi corazón es grande y es capaz y esta casa un día estará limpia y ordenada y por fin podré marcharme sin sentimiento de culpa. Sé abrazarme al cuello de un animal hermoso y ser hermosa de repente. Sí. Sé hacerlo.

lunes, mayo 30, 2005

La casa en ruinas...

...sin embargo permanece. Expropiaron la tierra, pagaron a los herederos, y sin embargo aún lo la han derruído. Persiste como un tumor. Yo a veces consigo olvidarla, como si no existiera, pero existe. Vaya que si existe. Tiene hasta dirección: C/ C.R. nº 44-46. Cualquiera puede verla, y el tendejón con ladridos y el prado con palmeras.
Cualquiera que no tema a los demonios puede entrar al prado y cualquiera que sea capaz de soportar el asco puede entrar en la casa.

Sólo me gustaría que desapareciera, que no fuera más que el motivo de un cuento. A todos los que la conocen les gustaría, incluso a los que viven dentro, aunque esos no se sabe muy bien si aún son personas o ya han comenzado su monstruosa metamorfosis. No creo que las personas puedan soportar eso. Ni siquiera los perros, cuando tienen alma, son capaces de hacerlo. Los niños sí, porque los niños pueden soportar cualquier cosa. Cuando eres niña piensas que la vida es así porque no puede ser de otra manera y lo soportas. Yo ya no.

Ojalá fuera valiente para acabar con todo, o lo suficientemente buena para perdonarlos, ojalá no sintiera que su misma sangre miserable me recorre y pudiera por fin olvidar del todo y para siempre, mientras Descansan En Paz entre los escombros mis cuentos de hadas y mis dos vestidos de novia.
Ojalá no sintiera odio o lo sintiera tan intensamente como para maldecirlos o denunciarlos ante las leyes de dios y de los hombres.
Ojalá pudiera destruirla con mis manos y abandonar la culpa.

Sólo un favor. Si alguno que me ama pasa por delante de esa casa, que se santigüe para el perdón de mis pecados.

domingo, mayo 29, 2005

Mi pequeño animal



Al principio me enfadé mucho con ella. ¿Cómo demonios se atrevía a hacer eso? No. Ella no. No después de Que me parta un rayo. No tenía derecho. Ningún derecho ¿Cómo podía sacar un disco como ese, deslabazado, donde casi no se oía su voz? ¿Qué se creía? Que podía de un golpe de melena borrar todas las esperanzas, que podía cerrar ese nuevo grifo, con lo escasas de agua que andábamos entonces.
Que me parta un rayo lo habíamos comprado a medias aquel verano, aunque abandoné todas las enseñanzas de mi madre acerca de educación y renuncia y terminé por quedármelo para mí. Nos pasamos ese verano de despedida de la infancia escuchándola. Ella fue lo último que tuvimos en común y nos aprendimos todas sus canciones, una por una. La de F. era Ni una maldita florecita, la de T. Las suelas de mis botas y la mía Tengo una pistola (ya sabes, por si un día todo falla), y en la última obra de fin de verano en el salón de actos de aquel colegio bailamos cada una su canción y dijimos discretamente adiós.
Todavía con los labios pintados de un color muy intenso cuando pintarse los labios era un juego de niñas y besarse era otro juego de niñas, sólo para ver que sé se sentía al rozar una lengua con la otra. Christina era una más. Siempre estaba. Ese verano había tocado, porque todos los veranos nos obsesionábamos con algo (ya fuera una película, una telenovela, una actriz, una canción o un disco) y ese año había sido ella. Nos tenía absolutamente extasiadas. Nunca tuvimos, ni antes ni después, nada tan en común como esa cinta.

El verano acabó y nos volvimos a separar y supongo que aquello fue el final, porque mi abuelo se jubiló y ya no pudo vivir en la casita de encima del colegio, ni nosotras pudimos jugar a dioses por entre los algarrobos, los hibiscos, las buganvillas y mil plantas más de las que ya no recuerdo el nombre, en ese patio inmenso lleno de recovecos, galerías y azulejos decadentes.
No fue un final doloroso, porque estaba ella, Christina, que nos acompañó a la salida y nos dio un beso –uno de esos besos de los adultos, que llegan a compartir saliva– y no nos prometió que fuera a ser fácil, pero sí que estaría con nosotras. En todo momento. Que no nos abandonaría.
Sin embargo sentí un pequeño abandono, una pequeña pérdida cuando llegó Mi pequeño animal, después de esperarlo tanto tiempo. Esas canciones no brillaban como las otras, como las que sonaban mientras nosotras niñas mordíamos algarrobos y arrancábamos flores de hibisco y bailábamos para el querido público con los labios muy rojos y los zapatos de tacón de mi tía.
Me empeñé en que me gustara. Soy buena en eso, cuando me empeño en que me guste algo –una película, una música, un hombre– lo acabo consiguiendo, al menos por un tiempo. Esta vez me empeñé en Mi pequeño animal y, bueno, me aprendí dos canciones y media (dos canciones: Flores raras y Alicia sueña que baila, y media: Muertos o algo mejor) y elegí una favorita: Al fin sola, al fin loca. Es muy importante cuando te empeñas en que te guste algo elegir lo favorito.

Al verano siguiente F. tenía otra copia de la cinta. También la había comprado, pero ella nunca necesitó engañarse en esas cosas y dijo claramente que no le había gustado nada, que le había “decepcionado”, así, con esa palabra tan ofensiva. Yo la defendí lo mejor que pude, pero estábamos de nuevo las tres y de nuevo en el radiocasete estaba Christina, pero ya no nos sentíamos unidas ni a ella entre nosotras.
Cada cual había cogido su camino, F. la florecita, T. las botas y yo la pistola. Inútil intentar compartir música. Nunca hemos vuelto a hacerlo.

Cuando ya me había empapado suficientemente de él (o eso creía) dejé Mi pequeño animal a un lado y salí a vivir. Olvidé la cinta, pero de pronto me descubría cantando sus canciones, y de pronto empecé a entender muchas cosas, a saber hasta qué punto podía confiar en mí misma y hasta dónde era justo soportar la traición. Me enseñó a sentir esa soledad de llave de gas abierta o de bailar sola y a descubrir poco a poco y demasiado tarde mi propio pequeño animal o ir tatuando mi habitación lentamente hasta que me creyera con derecho bastante sobre ella para poner condiciones “pídeme perdón antes de acostarte en mi habitación”. De repente vi la despedida incluso de las cosas que empiezan o incluso de las cosas que no tienen derecho a acabar “llegamos a jurar que esto nunca pasaría”.
Pude sentir mis huecos con la voz necesaria, como los niños que leen historias de miedo para poder darle forma concreta a su temor, y pude exigir “no me prometas lo que no vas a cumplir, sé que hay mentiras que duele decir”, porque no eran mis palabras, porque con mis palabras jamás me hubiera atrevido a exigir eso. Después de esa exigencia el chico oscuro me contestó “no cites a Christina. Es cáustica”, siempre tan preciso en el dominio del lenguaje, pero yo no podía ya renunciar a ella, y no sólo para cantar a saltitos “tú por mi” mientras volvía a casa.

Empecé tarde a darme cuenta de su valor, de lo duro que es abandonar las canciones brillantes o los bailes en el patio del colegio y aceptarlo todo, incluidas la locura y la decepción, incluídas las disonancias. Pero al final fue cierto, que no me iba a abandonar, que siempre estaría conmigo intercambiando la saliva en los momentos necesarios.
Luego Cerrado y ella que siempre quiere ser una mujer fatal, pero con zapatos rojos para poder salir de casa y otra nueva exigencia que jamás hubiera podido pronunciar yo sola: “dame algo que no pueda perder”, y mi pequeño animal que ya no tiene miedo de abrir la boca. Ya ni siquiera tiene miedo a decepcionar.

miércoles, mayo 25, 2005

Pasaje



Las niñas pierden su virginidad en el hotel Pasaje, junto al puerto deportivo, en la habitación del Dr. Freud.

Allí nacen nuevas mujeres valientes, que compran predictor, píldoras y condones en la farmacia de debajo de mi casa y ya no usan maquillaje Margaret Astor ni beben solamente Cocacola.

Las niñas pierden su virginidad en el puerto, con hombres que llegan de muy lejos, del mar del otro lado, para arrebatarles el tesoro que su mamá custodió tan firmemente. Atraviesan la frontera observando los barcos que se marchan.

Desde la habitación del Dr. Freud se divisan los barcos y el horizonte. Las niñas miran por la ventana mientras se terminan de quitar la ropa.

martes, mayo 24, 2005

Vasos apretados

Con los bolsillos llenos de aceitunas negras vuelvo a casa. Tendré que quitarme las trenzas y lavarme los dientes a conciencia para volver a saber quién soy. A veces se me olvida, aunque sin zapatos de tacón a veces canto canciones muy viejas y en francés, esta vez sobre una mesa de billar y sobre la voz de Edith Piaf, pero calló Edith Piaf y quedé yo sola y las paredes me arroparon como el vaso de vino que casi rompo muy apretado entre las manos. Entonces de repente soy Edith Piaf sin darme cuenta y me quitaron el vaso muy fino para que no se rompiera pero me dieron aceitunas negras para mis bolsillos vacíos.

domingo, mayo 22, 2005

Ella y el tren

Ella le miraba fijamente en el tren y le deslizó una nota, casi como en un cuento. Le ofrecía historias de pies descalzos sobre baldosas y un sitio junto a dos chicas con dos sonrisas. Él no pudo negarse. Él no se niega nunca a nada, pero esta vez fue imposible hacerlo, no tuvo ni siquiera elección.
Ella no sabía nada, no sabía que un marinero rubio y polaco con pocas nociones de español le había amado aquella noche sobre el césped más cuidado de la ciudad, no sabía sus mil noches con mil hombres en camas diferentes, su gusto por las historias de unas horas que se terminaran antes del amanecer -porque es demasiado íntimo preparar un desayuno para dos-, su manía por profanar cuerpos prohibidos. Él prefirió no decírselo. Las chicas tienen un cuerpo tan diferente, necesario descifrar aquello y uno no siempre se siente lo bastante hombre para la lencería de encaje y los zapatos de tacón y es menos doloroso morder la almohada que sentirse impotente o poca cosa.
Él siempre tuvo debilidad por los trenes, las miradas furtivas con desconocidos en los trenes y eso de no saber en qué parada se va a terminar todo. Un tren y un libro escogido con cuidado y su mirada penetrante aunque siempre al borde de la inocencia, aferrado a la inocencia. Ella tomó la comunión en su casa, una comunión de bizcocho de chocolate y oporto pero una comunión al fin y al cabo. Su última cena. A él le gusta subir al púlpito, y tomar el cáliz entre las manos y dar de sus manos la comunión a mujeres y niños. Los hombres no, porque él es un hombre y los hombres son como él y por tanto no tienen nada admirable. No dan miedo. No infunden respeto.
Él dudaba, es difícil sentirse libre cuando se tiene miedo y pensaba que sería de otra manera, que una noche borrachos los dos en un portal o incluso una cama, o una amiga que ya conociera toda su historia, que no se sorprendiera y a la que no tuviera que dar explicaciones. Alguien sin pasado ni futuro o alguien que supiera ya todo el pasado. Pero no así, no una mujer surgida de un tren y queriendo tomar un té con luna llena. Valiente para pedir una luna llena y un té y sólo con pedir eso todo se empezó a tambalear. Tampoco pudo negarse, pero sigue teniendo miedo. Quién puede estar a la altura de una luna llena y de un cuerpo tan diferente al propio y de una mujer que desliza notas en los asientos de los trenes...

sábado, mayo 21, 2005

Necesidad

-Bueno, entonces te tendré que regalar un móvil. Dijo con resignación.
No es posible andar sin móvil tal como están las cosas, y creo que si desaparecieran los mensajes me quedaría llorando siete días con sus siete noches sin parar. Luego de seguro encontraba alguna solución, pero no me puedo permitir perder tanta agua. No es bueno para mi sed.
Compró pavimentos color “colonial albero” para su casa y luego fuimos a ver el agua pintada huyendo del agua pintada intentando buscar la salida escaleras arriba, encontrándonos de bruces con paredes angostas que nos acongojaron. Vámonos de aquí. Por dios, vámonos de aquí. Y fuimos a dar a La vieja majadera, una tienda llena de cosas inútiles y poco ponibles y siempre demasiado caras.
-La verdad es que no quiero regalarte un móvil por tu cumpleaños. Es tan soso... Prefiero regalarte algo de color. Necesitas color. Necesitas ponerte color.
La verdad yo tampoco quería que me lo regalara, así que después de probar chaquetones morados de seda, gorros rojos y verdes de raso y sandalias con suela de madera nos llevamos un poncho lleno de colores. Azul y verde y rosa y naranja y blanco y granate y rojo pero sobre todo azul que todavía huele a incienso. “Te queda muy bien", me dijo, “Te quedan bien este tipo de cosas”, y bueno, llegará un momento en que me resigne del todo a prescindir del fondo de armario, a darme cuenta de que sólo me quedan bien las prendas absurdas y siempre difíciles de poner y combinar.
Por la noche fuimos a ver las bombonas de gas y las grúas y las fábricas llenas de luces y las minas de carbón a la luz de una luna casi llena, escuchando a Lisa Ekdahl, el disco que compró por la portada, y cantando open door bajo un cielo que se había vuelto azul entretejido entre los hilos de mi poncho de colores, donde se enganchan todos los anillos, incluida la luna. En algún momento me empecé a dar cuenta de que era mucho mejor elegir los colores por el nombre, la música por la foto, los lugares por las grúas, que eran mejor las bombonas de gas que las galerías de arte y sobre todo, que son mucho más necesarios los colores que los móviles.

miércoles, mayo 18, 2005

SED

Todas las fuentes de Roma no fueron suficientes. Bebí con ansia porque yo o bebo con ansia o no bebo, no sé beber agua como las personas normales, pero ni aún así. Incluso hundí el morro en la Fontana de Trevi paciendo imágenes en blanco y negro, casi a escondidas para que nadie se diera cuenta de la transformación en unicornio que sufro de vez en cuando. Pero no fue posible calmar la sed, no hubo bastante agua en todo el Tíber y tú lo sabías, que no iba a ser bastante. No entiendo por qué sabes esas cosas, pero ya me resigné a no entenderlo, a asumir simplemente que lo sabes y punto, a no mirar detrás de mi hombro por si estás ahí, medio escondido a media sonrisa. Me resigné a que tú sí vieras el unicornio, sólo a veces, tan insólito como las tormentas en el desierto.
Esta vez tan intensa como mi sed tan roja tan al borde de algo, en el tránsito del abismo y ¿cómo es posible que alguien pueda regalar Iguazú? yo creía que no se podía, que había que ir hasta el fin del mundo para beber aquello. No necesité agacharme esta vez para tocar el agua, me la pusiste directamente entre los labios... Mi cuarto sin ventanas pero cada postal es una fuente, un poquito de agua para mi sed eterna.

sábado, mayo 14, 2005

Subasto mis zapatos de tacón


Posted by HelloNo se deben regalar los regalos, y fueron un regalo que no voy a regalar. ¡Los subasto! ¡Al mejor postor! Pueden empezar a pujar por ellos, damas y caballeros. Este hermoso fetiche puede ser suyo. ¡Niños! ¡Niñas! Os cambio estos zapatos por vuestras bolsas de caramelos, por vuestras canicas, cromos, miniaturas, por vuestra colección de azucarillos. Sobre estos 12 cm de tacón envejecí 12 años, me hice mayor en medias de red cuando todavía niña. No me los pienso volver a poner. Jamás. Ahora son de quien quiera o pueda pagarlos. Yo no necesito ser más alta.
En perfecto estado. Seminuevos. Número 36, señoras y señoritas, anímense, nunca encontrarán una oferta como esta. Denme sus corpiños, sus lápices de labios, sus frascos vacíos de perfume. Quedarán muy bien en el salón, encima de la tele, o en la terraza para plantar nomeolvides llenos de tierra, o colgados de la rama del árbol de navidad.
No sirven para caminar sobre la arena, pero rompen el asfalto, desgarran el parquet, se sentirá como una poderosa heroína de cómic, se lo aseguro. Más alta y más esbelta que nunca. Niños, podréis jugar con ellos a ser mayores. Son el objeto imprescindible para cualquier juego. Convierta su sueño en realidad.
Pueden empezar a rascarse los bolsillos, a pelearse encarnizadamente por ellos. Todo vale. Se abre la subasta.


Lo siento tanto.

viernes, mayo 13, 2005

El Gato


El Gato Posted by Hello
Fue uno de sus primeros cuadros, éste sin fantasmas, limpio, nadie se lo esperaba. Otras veces le da por emborronar el lienzo con miles de cosas, pequeñas personitas y monstruos que no saben qué coño hacen ahí embarullados los unos con los otros. Pero El Gato está solo, de frente a todos los demás, a los que no creen en él y también a los que le tienen miedo. El Gato no se esconde y quizá por eso me gustó tanto.

Nunca fue capaz de vender nada, ni cuadros, ni novelas, ni muñecas rusas, ni broches de arcilla con forma de tortuga. No le gusta vender, así que lo único que hay que hacer es ser la primera en ver el cuadro y preguntar ¿me lo regalas? antes que nadie. Entonces es tuyo. Con El Gato no me hizo falta ni preguntarlo. Él ya sabía que era mío. En aquellas paredes blancas lo único que me atreví a poner frente a mi cama fue este cuadro. Así, sin enmarcar. Decían que era inquietante, que cómo podía dormir con eso. Yo me pregunto cómo pude dormir sin él, más tarde, en otro cuarto, cuando tuve que renunciar a su presencia o cuando lo presté por unos meses.
Pensé que no necesitaba darle las buenas noches en la penumbra, que fuera la última mirada antes de dormir y la primera mirada al levantarme. Pensé que era mejor hablar con las personas, o besar unos labios o hacer el amor o quizá rezar padrenuestros a la manera antigua “perdónanos nuestras deudas” que dormir con El Gato frente a frente. Al principio no me importó prestarlo, pero luego empecé a notar un hueco, como el hueco que deja la gente en el sillón cuando se marcha o se muere. Igual no la llegas a echar de menos, pero está ese hueco, incómodo y solemne y es muy difícil saber vivir con huecos y el gato dejó esa clase de hueco en el sillón inexistente.

Regresó envuelto en bolitas de aire y por fin todo volvió a recobrar su calma. Lo coloqué sobre el hilo de pescar que recolecta mis pendientes desparejados en una pared que ya no es blanca, en una habitación que quizá está siendo la mía. Me gusta que no se conforme con una mirada de soslayo, que exija que me pare frente él, sin miedo, o con miedo pero con resignación al miedo. Medio a oscuras El Gato guarda silencio. En realidad sé que no puede vivir sin mí, y eso me enorgullece, aunque también sé que vivirá cuando yo ya no esté, y se acurrucará perezoso -como todos los gatos- en el hueco del sillón que deje cuando me vaya y entonces a nadie le incomodará mi ausencia.

miércoles, mayo 11, 2005

A todos los rotuladores

Sería demasiado fácil decir que se puede clasificar a las personas en dos grupos. También demasiado falso, a pesar de los apocalípticos y los integrados de Eco o mi propia agrupación en “personas-goma” y “personas-rotulador”. Hay cientos de objetos para la escritura pululando por el mundo. Seguro que a poco que busquemos encontramos personas-pluma, personas-taja o incluso personas-tinta china. Pero bueno, eso será otro día sutil que me de por detenerme en los matices. A veces sólo veo gomas y rotuladores por todas partes.
Las gomas son las que borran del mundo todo lo que no les gusta, de manera que deja de afectarles por completo. Sólo queda un hueco un poco sucio donde una vez existió algo doloroso o vulgar. Toman sólo lo que les interesa y lo demás desaparece a fuerza de empujarlo a derecha y a izquierda, a derecha y a izquierda. Metódicamente. No creáis sin embargo que desprecio a este tipo de personas, pocos son los que pueden vivir con todo el mundo alrededor, sin olvidar de vez en cuando ciertas cosas, sin hacer como si nunca hubieran existido. Yo misma he borrado tantísimos momentos... momentos ineludibles y palabras pronunciadas de una vez y por siempre y luego escamoteadas como el pirata que al trazar un mapa se cuida muy mucho de tapar con mar azul la isla maldita, aquella donde perdió la pierna. Quizás también aquella donde escondió el tesoro, porque los tesoros tienen algo de muerte a sus espaldas.
A las personas-rotulador las admiro profundamente. Es tan difícil... parece como si al nacer les hubieran puesto en la mano un rotulador fluorescente, uno de esos de colores chillones que utilizan los niños y los estudiantes de derecho y entonces van señalando todo lo que les gusta del mundo. Las frases, los libros, las fruterías, los abismos, las piedras, también los árboles encima de los tesoros... cosas que carecían de importancia, en las que nadie se había fijado antes y que los rotuladores se empeñan en subrayar una y otra vez. Saben de sobra que hay cosas que carecen de brillo injustamente, de un brillo que sólo ellos son capaces –no sólo de ver-, sino de enseñar. Cualquier objeto cotidiano se vuelve algo maravilloso en sus deditos-rotuladores y entonces permanecen a salvo de que llegue cualquier goma despiadada e intente aniquilarlos.

martes, mayo 10, 2005

Pasado

El blanco y negro es el color de nuestros recuerdos, del pasado, a pesar de que intentemos representar los colores cada vez más brillantes o llenar la pantalla del ordenador con babuchas de cuento para elegir el color exacto cada día. Los colores son cosa de un instante, luego queda su resto en gris, en matices de gris tan poderosos como el vestido gris-rojo de Jezabel. Los colores colman pero se desvanecen como una fotografía puesta al sol.
Antes de irme saqué la lata de las fotografías. Es una caja octogonal también roja donde no cabe nada más. El puñado de fotografías que ella eligió para intentar reunir algo parecido a una familia. En algunas su propia cara está cortada. Nos contaba que se miraba al espejo y que no reconocía en sus rasgos nada de sus padres, así que se atormentaba pensando que la cogieron de debajo de un puente, abandonada por los gitanos. Pesadillas infantiles pero ella siempre tuvo pesadillas y quizá también siempre fue una niña tratando de encontrar el camino a casa.
Yo había olvidado casi todos los nombres. Ella de vez en cuando sacaba su lata roja y nos iba relatando los personajes y las historias de cada fotografía. Una a una, sus pequeños tesoros (secretos, como han de ser los tesoros). Los colores desvanecidos tenían un olor raro, como de flores secas. Cerré la caja y me fui, pero me llevé el blanco y negro en los ojos. También Roma olía un poco a flores secas, en paredes que habían ido guardado todos los olores durante siglos para conservar tan sólo el resto sepia de flor seca en las fotografías antiguas.
Todo volvió a ser igual que antes, igual que hace miles de años. Apenas destruido, sólo se habían borrado los colores. Lo demás permanece, para que podamos pasar una a una las fotografías de nuestras latas de galletas, con la esperanza de que alguien la abra de vez en cuando y recuerde que una vez supo todos esos nombres, que una vez las fotografías contaban una historia.

jueves, mayo 05, 2005

Fronteras

Demasiadas noches sin soñar, así que tuve un poquitín de fiebre. No mucha, lo estrictamente necesario para el delirio. Desde el fin del mundo ya nunca nada volvió a ser igual. Lo intentamos, intentamos volver, intentamos llegar a la frontera (el único lugar para volver) hasta intentamos emborracharnos. Ni el mezcal ni el tequila ni la cerveza consiguieron nada más que asustarme al día siguiente en el cuarto de baño. Nos quedamos atrapadas a través del espejo. Hay momentos que marcan una inflexión en la vida, que a partir de ellas nada vuelve a ser igual, que transforman cada objeto cotidiano en algo nuevo y nos enseñan a sentir de otra manera, como si nuestro corazón creciese de repente. Lhasa es uno de esos momentos sin tiempo y nunca conocí a nadie tan generoso encima de un escenario, con una generosidad que llega a sonrojarte, porque yo no, yo siempre algo egoísta y nunca tan desnuda como ella aunque lo intento cada noche.
Esta noche se terminó a las 5 de la tarde, cuando el sol de la calle daba tanto calor como mi cabeza. Me queda un día y medio para ir en busca de otros cielos, cielos pintados, cielos antiguos, porque el pasado siempre está ahí, esperándonos siempre tan fotogénico. Cruzaré la frontera con DNI y Pasaporte y todos los papeles en regla y una maleta diminuta en la que no quepa absolutamente nada.

viernes, abril 29, 2005

Casa de los sueños


Desde la ventana del salón se ve el bosque, y en los días claros a lo lejos se divisa el penal. Asturias tiene una sola cárcel y un tren de paradas que comunica Oviedo con Gijón y que no siempre para en esa cárcel. M. vive casi en el bosque, al pie del penal, en una casa exquisitamente decorada.
Desde el bosque vienen los espíritus y los zorros, pero M. no tiene miedo, para que el zorro no atacara a las gallinas le dejaba todos los días un plato de comida al lado del corral. Dos gruñones solitarios, ninguno se mete en la vida del otro. Por lo menos antes era así, hacía mucho tiempo que no pisaba aquella casa, y aún no he tenido el valor suficiente para ir yo sola. M. conoce demasiados secretos, y tengo miedo de que se cree por casualidad un clima íntimo y de repente le dé por contármelos. Hay cosas que sólo sabe él y es mejor que sea así.
Nos sentamos frente a la ventana. El sol pegaba fuerte, en los ojos. Tenía que cerrar los ojos para resistir el sol, pero no quise que corriera las cortinas. En el sótano sin embargo unas cortinas rojas lo dejaron todo en penumbra. Reconocí al ficus, el mismo que llegó a ocupar todo mi salón y entonces decidió mudarse hasta su casa. Estaba precioso. Se ve que se encontraba tranquilo. Cuando se tiene la conciencia limpia la soledad del bosque da paz a las almas errantes. Sobre la mesa la tetera en la que M. me enseñó a preparar el té. Nunca me pude explicar por qué un ceramista tenía una tetera tan fea, como de señora mayor un poco hortera, con una hiedra como asa. No comprendía que las teteras son como sueños, retazos de realidad fuera del tiempo que se vuelven de pronto algo físico. No se pueden elegir.
Recuerdo cuando tomamos té por primera vez. Yo tenía 15 años y era verano y dije “yo lo preparo”. Cuando M. vio que había arrojado las hojas en el agua hirviendo puso el grito en el cielo. Se enfadó. Tiró aquel mejunje con desprecio y me miró extrañado: -pero ¿cómo? ¿no sabes hacer té? Después empezó a enseñarme y me regaló mi primera tetera. De color mostaza con algo de rojo por el fondo y llena de historia y de costra marrón en su interior. Daba un té delicioso. Dijo que empezara con esa, que ya estaba preparada y que ya me haría otra.
Era pequeña, justo para dos tazas y tenía un olor único y un tacto como de abrazo. Le contaba todos mis secretos. Bueno, no todos, hay secretos que no soy capaz de contar ni siquiera a las teteras, pero ella entonces fisgaba mis papeles y los leía. La verdad, era un poco indiscreta, aunque lo cierto es que yo le dejaba los papeles cerca, como olvidados, para que los leyera sin tener que contárselos. A veces me daba un té amable, dulce, otras áspero, otras demasiado frío y demasiado fuerte, para que reaccionara. Es curioso, tenía más historia lejos de mis manos que dentro de ellas, pero yo la sentía tan mía, tan íntimamente mía...
Un día alguien rompió la tapa. “Tranquila”, me dijeron, “M. te hará otra”. Como si las teteras fueran sustituibles. Me quedé con sus ruinas un tiempo más, sólo para enseñar a las visitas. A la gente le gusta visitar las ruinas y comprobar que el té no sabía igual cuando lo hacíamos entre ella y yo. A dos voces.
Por fin un día la tiré a la basura. Papá siempre decía que no se deben guardar las cosas rotas. Pero da tanta pena, cuando sabemos que algo es único renunciar de repente. No siempre le hago caso, sé que tiene razón, pero es difícil deshacerse de las cosas, aunque estén rotas.
M. sabe de sobra que las cosas se rompen, que lo hermoso no dura para siempre y menos aún la cerámica. Está acostumbrado a pasarse horas en el taller y luego perder una pieza en cuestión de segundos. Además de enseñarme a preparar el té me enseñó esto otro: ni siquiera los objetos duran para siempre. Sería horrible si lo hicieron, no podemos amar cosas eternas.
Esta vez me preparó té de los monjes y charlamos de los mismos temas sin resolver que yo les escuchaba de pequeña. Siempre callejones sin salida y un poco de impotencia que sólo él sabe transformar en serenidad, porque sabe dar vueltas en el torno a una masa informe y que resulte algo nuevo y hermoso. Me enseñó la última pieza. La de ella. El último homenaje que se le rompió sin razón alguna en el momento de meterla a cocer. “No sé por qué rompió. Tiene el grosor adecuado, no lo entiendo. Debería tirarla. Sí. Debería tirarla”, pero ni siquiera M. puede siempre tirar las cosas rotas.

Al despedirme le dije “y mi teter...” antes de acabar la palabra M. me hizo callar, me llenó de promesas, dijo que en cuanto acabara el curso, que antes del verano o que antes de unos meses. En realidad no me importa no creerle. Las teteras, como los corazones, hay que reunirlas poco a poco para tenerlas juntas en el momento necesario. Y mi tetera estará lista en el momento necesario, y me beberé en cada taza los secretos que sólo M. conoce y seré capaz de contárselo todo, sin tener que recurrir a la cobardía de los papeles olvidados sobre la mesa. Y algún día quizá también ella se rompa y dejará caer todos nuestros secretos -los suyos y los míos- gota a gota.

lunes, abril 25, 2005

Se puede vivir sin cuchillos, sin brazos, sin piernas, sin usted.


Ella tenía los pies al borde de aquel puente, se miraba los pies y el agua del río pensando que estaba fría, sintiendo ya el frío desde la barandilla. En los puentes como en los aviones siempre se siente ese frío de agua. Pero no estaba rota, por dentro todavía estaba entera, a pesar de la infinita tristeza y él decidió que era mejor salvarla que morir y era mejor lanzarle cuchillos que hacerle el amor, que era más tierno, más real. No. Ella no estaba rota, no estaba llena de cicatrices por dentro y hubiera podido vivir sin él, aunque fuera dando tumbos y arrastrando la tristeza y recorriendo los puentes y los cuerpos, porque no tenía cicatrices, nada más que un par de rasguños en su piel entera. Y miraba sus pies y pensaba y se lanzó para demostrar algo, pero no estaba rota, así que flotó sobre el agua. Las personas que no tienen agujeros siempre flotan, es lo bueno que tienen los cuerpos.