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martes, enero 10, 2006

Dimanche à la Campagne

No sólo hay trenes en las despedidas. También en los encuentros. Siempre tienen un aire somnoliento, los trenes, por eso son la mejor manera de salir de un sueño. Lentamente. Sin brusquedades.
Me dejó en La Felguera, que quizá no sea un lugar hermoso, pero os aseguro que es el único donde puedes mirar el escaparate de fotografías de novias como si fuera una obra de arte y también es el único lugar de este mundo donde hay un jarrón con flores secas, un pájaro rojo y una barra de labios atravesada por un palillo de dientes, todo ello como decoración (o "poema visual") de una casa que os prometo que existe.
También existe un pasillo con un flamenco y el corderito blanco que un día ocupó el lugar de tu estrella, el que el Aviador supo dibujar y que no podría vivir en ningún otro sitio.
También existe el bosque. Ella me lo dijo cuando me llamó por teléfono, me dijo que había un bosque y fuentes y volví a atravesar el bosque con la seguridad infantil de encontrar el camino, porque si otras personas saben leer los planos de la ciudad y entender el sentido de las calles que se cruzan, ella es capaz de entender el bosque, las fuentes y los senderos. Por qué ella siempre está cuando la necesito es algo que desconozco. Puede ser la casualidad. Lo más seguro es que sea la casualidad, o porque mi alma también tiene algo de bosque y ella sabe olfatear las fuentes.

Hay trenes que cuentan historias, pero también los hay que las escuchan. De vuelta a la ciudad que quizá habito el tren volvió a escucharme. Atravesando otros bosques, otras fábricas, otros pueblos. El tren para llegar a casa. Por fin.

1 Comments:

At 12 enero, 2006, Blogger Krasnaya said...

El tren tiene siempre ese aire mágico. Siempre me han llevado a sitios que, de otra manera veía de distinto modo. Yo también encuentro en ellos poemas visuales imposibles.
Amo a los trenes casi tanto como ellos a mí. Y me gusta. Es mi única infidelidad.

 

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