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martes, octubre 18, 2005

Bajo el Volcan


Soy la hija del Volcan. No naci alli porque a mi madre no le gustaban las unnas de mi abuela. Eran unnas de pescadera o de mentirosa, unnas con las que acariciaba a las criaturas de ser humano en un gesto que ella denominaba "el relajo" y que a mi madre siempre le parecio vampirico u obsceno o ambas cosas.
Por esas unnas no naci en el Volcan, como si me hubieran sustraido a tiempo de las garras de un ave demasiado poderosa. Y por eso nos fuimos al norte, muy al norte, yo pensando en nacer y mi madre diciendo que sus padres eran mayores y que tenia que cuidarlos, porque las unnas de mi abuela no bastaban como excusa.
Y los cuido, vaya si los cuido, es de esas personas que no pueden soportar hacer algo innoble, asi que los cuido hasta la extenuacion, hasta la nausea, hasta el suenno, hasta las pesadillas, hasta el mismisimo infierno y los cuido casi hasta poder decir que estaba alli para cuidarlos, que no habia ido solo por huir de unas unnas, si no fuera porque antes de poder decirlo se murio; y eso es algo con lo que ella no contaba

***

Mi padre lo leia una y otra vez. Nunca entero, nunca de principio a fin, sino que lo sacaba al descansillo de la escalera cuando salia a fumar para no molestarme con el humo, porque yo empece a tener asma en el mismo momento del cancer terminal de mi abuelo, para poder decirle a mi madre: "yo tambien estoy mala. Yo tambien necesito que me cuides". Y mi padre no leyo a Malcolm Lowry, sino se lo fumo, se lo fumaba, se lo sigue fumando cuando lo abre al azar en cada cigarrillo, pensando que este va a ser el ultimo, que tiene que dejarlo, que sus pulmones ya estan bastante intoxicados.
Yo no lo lei hasta El Farolito. Cuando vi ese cuadro supe que tenia que leerlo para saber de donde venia, porque mi padre nunca nos dijo quien era.
Y lo lei, tambien hasta la extenuacion y hasta la nausea, tambien hasta el mismisimo infierno y comprendiendo demasiado bien y diciendo, insistiendo en que "bah, no es gran cosa, no se por que te gusta tanto", como si yo fuera lo bastante grande para juzgar un Volcan, el poder del Volcan y sus sombra interminable.
Lo lei hasta aborrecerlo y mancharlo y escupirlo como solo se puede escupir la propia tierra o la tumba de nuestros enemigos. Y odie al Consul, obviamente odie al consul, pero tambien sintiendo que yo misma podria haber escrito aquella carta, la ultima carta de Ivonne, y sabiendo que algun dia la escribiria, palabra por palabra.

Hace ya siete annos.
Siete annos desde mi primer orgasmo y siete annos desde que acompanne al Consul en su agonia. Puedo decir que entonces perdi la virginidad. Uno pierde la virginidad cuando comprende como ha nacido, que gesto lo ha creado, y yo naci del Volcan. De su amenaza, del humo y de la sombra. Del rencor. Del calor sofocante y tambien del deseo y la resignacion, del trocito de infierno que se planta en medio del oceano y se convierte en una tierra hermosa.

2 Comments:

At 18 octubre, 2005, Blogger Azena said...

Mis lágrimas se evaporan con el calor del volcán. Quiero y no quiero volver a él. Quiero y no quiero fundirme con su magma.
Quiero y no quiero perdonarle. Me ha hecho demasiado daño. Siempre la amé a ella, a la tierra firme que me acogió en su seno, y siempre odié al volcán, a la isla, con ese odio que sólo surge del más grande amor, del amor a un padre. Pero la tierra y el volcán son dos caras de una misma moneda. Sufrí por los dos. Ahora me toca vivir por mí misma. Y a tí también. ¿Nos atrevemos?

 
At 18 octubre, 2005, Anonymous Anónimo said...

El Círculo de Lectores sacó una lujosísima edición ilustrada de Bajo el Volcán. Una amiga me la pidió y se la regalé. Después de regalársela, años después (no sé si siete también) volví a verla en un apartamento de mala muerte. Tenía el libro en una estantería, bajo unos focos. Ella aún tenía buenos recuerdos de ese libro. A mí sólo me despertaba úlceras bajo el recuerdo de decenas de botellas de Four Roses y de mezcal. (En mí la mímesis suele ser prodigiosa). Ella preparaba un viaje a Colombia. Yo sólo necesitaba un café y un rinconcito para ver cómo eran y son otros los que caen -y no yo- por la barranca.

 

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