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sábado, julio 09, 2005

Jim



Lo único que tenían en común. Lo único que los dos amaban realmente. No compartían nada más, ni una idea política, ni un gusto literario, ni los amigos, ni una película, ni siquiera una canción. Sólo Jim Thompson. Jim sí, Jim es rotundo y a él quizá le gustaba la narración de las escenas sórdidas, la sangre, los navajazos, la crueldad, la tortura y el incesto –sobre todo el incesto– y a ella esa precisión de cirujano y su plena comprensión del odio, del asesino dentro de nosotros.
No sé si se querían o es que no podían vivir el uno sin el otro, como Carol y Doc, pero al final del todo, cuando ya no confiaban y se había destruido todo el respeto y luchaban por destruirse el uno al otro. Tantos kilómetros en el mismo coche, sin opción de ir a ningún otro lado y a ella que le gustaba tanto el cine francés porque había sido feliz en París y a él La balada de Narayama que vio una y otra y otra y otra vez quizá porque nunca había sido feliz y le hubiera gustado romper los dientes de la mujer que le rompió los suyos.
Empecé a leerlo por eso, porque era su único vínculo, lo que los mantenía unidos, aunque fuera algo cruel, y yo quería que siguieran unidos, aunque se hicieran daño y empecé a tatuarme el daño en cada novela para poder convivir con asesinos y sobrevivir. Sobrevivir siempre, como Red y no escapar de mí misma, saber que no podía. Jim me contó todos los secretos que necesitaba saber y que ellos no me dijeron, quizá para que no sufriera, quizá sólo para intentar mantenerse unidos pese a todo. Engañando a los demás luego es más fácil engañarse a sí mismo.
Cuando él se fue dejó botellas vacías, polvo blanco sobre la mesa del ordenador y miles de papeles escritos por las dos caras. Pero se llevó a Jim Thompson. Toda la colección, todos los libros que yo había ido reuniendo cuidadosamente. Sé que los necesitaba, pero ¡Maldita sea! yo también, yo también necesito a Jim y no me quedaba nada.

No me devolvió ni un solo libro. Yo tampoco los recogí cuando estuve cerca. Pero me lo mandó a él, a Jim Thompson, en persona, aunque no sé por qué me pareció ver sus ojos en el cuadro, pero ya sin miedo. Sus ojos que me miran desde los de Jim diciéndome que no tiene miedo, que nadie le ha roto los dientes y que puedo confiar en él. Es fuerte y no tiene miedo, desde los ojos de Jim ya no tiene miedo, no huye de sí mismo. No tiene miedo. Puedo confiar. No tiene miedo.

1 Comments:

At 11 julio, 2005, Blogger Azena said...

No sé si es Jim o es él. Tienes razón. Son sus ojos. Y no hay miedo en ellos. Nos mira desde el cuadro. Sé que te va a cuidar. Sé que está contigo. Sé que te quiere. Jim. Su presencia te hace fuerte. Sus novelas te enseñan el cuarto oscuro. El otro lado. El otro lado que seduce y aterra al mismo tiempo. No quiero ese otro lado. Pero está ahí. Amenazante y atractivo. Coquetea, pero no te dejes arrastrar. Mira al frente. El lado oscuro te enseñará a vivir. No vivas allí. Vive en el lado brillante. En el lado oscuro no serías más que una sombra. Una sombra más para oscurecer el lado oscuro. En el lado brillante serás una luz. Una luz que alumbre el camino. Mi camino, tu camino, su camino. Ahora corren paralelos. Quizá algún día se vuelvan a cruzar. Quizá podamos avanzar juntos algún día. Quizá.

 

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