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jueves, julio 07, 2005

Pétalos

La dejé a mis pies, porque ahí la pusiste, a mis pies. Estonia o el azul, no importa, los dos apoyados en el espejo añil, a juego con la postal que llegaría luego, necesitando de ella. El espejo cogido de la basura, junto a casa de la madrastra, el mismo espejo que me recuerda que ya tengo que empezar a tener cuidado a la hora de morder manzanas y que no quiero colgar, me gusta así, a los pies de mi cama y a mis pies, reflejando mis pies cuando me calzo o cuando me desnudo y no sólo verme desnuda en la bañera que elimina todos los bordes y suaviza la piel. Desnuda de cintura para abajo, ridícula, con un país azul entre mis pantorrillas y una luz muy fuerte de flexo enfocándome como en un interrogatorio.
Las postales son flores que brotan en cada herida como antes, como mamá que nos dibujaba pétalos en las heridas con mercromina y las transformaba en margaritas y así nunca quemaban.
Sólo que una vez la herida fue demasiado grande y no pudo convertirla en flor, así que la utilicé para aprender a distinguir la izquierda, a saber que la izquierda era el lado de la herida inmensa, de la mancha de mercromina amorfa, y desde entonces he tenido una herida en el lado izquierdo.
Miro mis piernas en el añil, donde la izquierda pasa a ser la derecha y ya no necesito mercromina para distinguir algo inaudito, pero sigo necesitando pétalos o postales para que las heridas se transformen en flores.

1 Comments:

At 15 julio, 2006, Anonymous Anónimo said...

Interesante descubrir la bella que esconden sus pies, tras la sueve mirada o el suave roce que proporciona una caricia de otoño... como la parte noble de uan tormenta sería descubrir tal sensación en mí.. cuando su bella escondida sea para mí... más que una utopía..

 

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