Fronteras
Demasiadas noches sin soñar, así que tuve un poquitín de fiebre. No mucha, lo estrictamente necesario para el delirio. Desde el fin del mundo ya nunca nada volvió a ser igual. Lo intentamos, intentamos volver, intentamos llegar a la frontera (el único lugar para volver) hasta intentamos emborracharnos. Ni el mezcal ni el tequila ni la cerveza consiguieron nada más que asustarme al día siguiente en el cuarto de baño. Nos quedamos atrapadas a través del espejo. Hay momentos que marcan una inflexión en la vida, que a partir de ellas nada vuelve a ser igual, que transforman cada objeto cotidiano en algo nuevo y nos enseñan a sentir de otra manera, como si nuestro corazón creciese de repente. Lhasa es uno de esos momentos sin tiempo y nunca conocí a nadie tan generoso encima de un escenario, con una generosidad que llega a sonrojarte, porque yo no, yo siempre algo egoísta y nunca tan desnuda como ella aunque lo intento cada noche.Esta noche se terminó a las 5 de la tarde, cuando el sol de la calle daba tanto calor como mi cabeza. Me queda un día y medio para ir en busca de otros cielos, cielos pintados, cielos antiguos, porque el pasado siempre está ahí, esperándonos siempre tan fotogénico. Cruzaré la frontera con DNI y Pasaporte y todos los papeles en regla y una maleta diminuta en la que no quepa absolutamente nada.
3 Comments:
Es el viento que me manda que me empuja a la frontera y nos hace caer por el agujero de la madriguera del conejo blanco en busca de las patillas perfectas, inconscientes, sin saber muy bien donde nos llevará, sólo que ese lugar está muy lejos de Zaragoza, Milán o Marruecos, tal vez cerca de Montreal, Londres o Lisboa, pero donde con seguridad habrá un salón de té (robado) con una tetera vieja que conocerá todos nuestros secretos sin necesidad de dejarle los papeles cerca...
...tiempo de volver a empezar a soñar...
Espero que tengas buen viaje y que todo te vaya bien, un beso.
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