Se puede vivir sin cuchillos, sin brazos, sin piernas, sin usted.
Ella tenía los pies al borde de aquel puente, se miraba los pies y el agua del río pensando que estaba fría, sintiendo ya el frío desde la barandilla. En los puentes como en los aviones siempre se siente ese frío de agua. Pero no estaba rota, por dentro todavía estaba entera, a pesar de la infinita tristeza y él decidió que era mejor salvarla que morir y era mejor lanzarle cuchillos que hacerle el amor, que era más tierno, más real. No. Ella no estaba rota, no estaba llena de cicatrices por dentro y hubiera podido vivir sin él, aunque fuera dando tumbos y arrastrando la tristeza y recorriendo los puentes y los cuerpos, porque no tenía cicatrices, nada más que un par de rasguños en su piel entera. Y miraba sus pies y pensaba y se lanzó para demostrar algo, pero no estaba rota, así que flotó sobre el agua. Las personas que no tienen agujeros siempre flotan, es lo bueno que tienen los cuerpos.
1 Comments:
Hará cosa de tres meses que pasaron esa película en la 2. Quedé impresionado. Y, ¿por qué no decirlo?, humanizado. Pero mi viejo demonio rebullía al comprobar la ligereza (¡tan natural, por otra parte!) de esa chica al ir con el primero que aparecía en la historia. Pero luego mi demonio se echó a reír a carcajadas. La genuina fidelidad es la que guarda la mano con el cuchillo. La fidelidad del lanzador con lo que lanza, no con el objetivo. Fidelidad con los instrumentos, no con los fines. La chica del puente no es más que la dama del alba; lo demás es cine: un medio como otro cualquiera de olvidar el río y los puentes que intentan montarlo.
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