Berode
Hubo un tiempo en que el ficus era el amo del salón. Se había ido adueñando poco a poco del espacio y lo llenaba todo de hojas verdes y brillantes. Luego se tuvo que ir, era demasiado grande y la casa demasiado pequeña. De todas maneras quedaron muchas plantas, había un montón de macetas dentro y fuera de casa, en la terraza.
Cuando empecé a tirar cosas la terraza seguía intacta, llena de macetas, tierra y cáctus, muchos cáctus. Planté unas semillas de albahaca y logré una planta hermosa, de hojas sanotas y en flor. Me sentía orgullosa porque era el primer ser vivo que fui capaz de cuidar. Creo que todavía alguien guarde en su congelador un poco del pesto hecho con esas hojas, pero prefiero no recordarlo.
Por fin murieron casi todas, unas de pena, otras por falta de atención. Los cáctus no, los cáctus nunca mueren, pero me ponía triste mirar por la ventana y ver un montón de pinchos, así que acabé por tirarlos al contenedor de basura.
Planté unas flores, pero vino una ola de calor, la más terrible de toda la primavera y también se las llevó. Durante un tiempo conservé la maceta, con las hojas consumidas encima. Desidia, supongo. Me pasó igual con los peces. De pequeña me regalaron dos peces: Zeus y Gilda. Los cuidé con mimo escrupuloso, pero uno murió al poco tiempo, así que no volví a cambiar el agua y el otro se fue muriendo poco a poco. Creo que no sirvo para cuidar de seres vivos.
Sólo quedó una planta, no sé si por resistencia o por obstinación. Es un berode, una planta típica de Canarias que mi madre se trajo una vez desde allá. Creo que era su planta preferida. Llegó a estar realmente hermoso, con las hojas carnosas como rosetones y flores amarillas. Una vez, en uno de sus paseos por el abismo plantó uno en la tierra, justo al lado de la "isla de la tortuga". Alguien se enamoró de él y lo cogió. Es normal, es una planta hermosa.
Hoy quedan pocas hojas, la ropa tendida a veces cae sobre el berode y lo tuerce, siempre que lo veo pienso que tengo que regarlo, no sé, es como si estuviera esperando que también se muriera. Son los días más fríos del invierno, y las hojas del berode están verdes, saludables, brillantes. Algo vivo permanece, pese a todo.
Sr. Frío
Ha sido él. Estoy segura. Tenía que haberme dado cuenta, pero al principio parecía tan hondo, tan apasionado, tan vivo, que ni siquiera fui capaz de intuirlo. Me sente en frente suyo y mientras hablaba yo sentía cada vez más frío. Temblaba. Me puse la cazadora. Seguía temblando. Me puse la bufanda, los guantes, el gorro. Era igual. Sólo dejé de temblar al llegar a casa.
Otro día dió una conferencia. También vivo y apasionado, pero exactamente igual que el otro día, cuando empecé a tener frío mirándole a los ojos (porque no me permitió mirar en ninguna otra dirección). Mismas palabras, mismas imprecaciones. De repente lo comprendí todo. El frío empezó a invadir la sala. Sus alumnas se ponían el abrigo, los guantes, la cazadora. Yo apenas me tapé. Quería sentir aquello, sentir cómo una sola persona era capaz de desprender tanto frío.
La nieve ya ha cubierto casi toda la provincia. En Gijón no hay quien pueda salir de casa. Días de perros. Casi no se habla de otra cosa. Tengo todos los músculos, los huesos, todo entumecido. ¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo ha sido capaz de llenar de frío una ciudad entera, una provincia entera, un país entero? Parecía tan vivo...
Manual para dar un abrazo
No es fácil aprender, no voy a engañaros, requiere tiempo, dedicación y sobre todo haberse equivocado muchas veces. No os desesperéis, poco a poco irá saliendo, sin forzarlo. Dar un abrazo es como escuchar el cuerpo del otro, aunque sea difícil de oír o aunque no estemos preparados para oírlo.
Lo primero que tienes que tener en cuenta es que no es lo mismo abrazar a un hombre paternal, a una niña desvalida o a una hermosa mujer de pechos prominentes. Cada cual requiere unas cualidades especiales. Hay quien, por ejemplo, es un gran experto abrazador de ancianas, pero no tiene nada que hacer cuando se trata de señores trajeados. Si tienes paciencia y te esfuerzas aprenderás la presión exacta que tienes que ejercer con cada uno. Es casi como conseguir mantener a tu gato en brazos sin que quiera escaparse. Muy complicado, ya lo sé, pero no te angusties si no te sale a la primera. Las cosas no salen a la primera, y mucho menos los abrazos.
No avasalles, deja que el otro cuerpo se acomode en tus brazos. Si piensas que tu abrazo puede molestar o hacer al otro sentirse incómodo mejor no darlo. No es como un beso, un beso lo puedes dar en casi cualquier ocasión. Con los abrazos es diferente, poco a poco irás notando que salen solos en los momentos adecuados.
Bien, otra cosa que es importante saber es aprender a tener paciencia. Diferentes cuerpos tienen tiempos diferentes, y si a unos les basta un rápido apretón, seguro, firme, confiado... otros necesitan dejarse caer poco a poco sobre tu pecho, confiar en que vas a sujetarlos, que tu abrazo sirve para no perder el equilibrio. Dejarse llevar y sin embargo no perder el equilibrio, ya verás qué hermoso cuando lo consigas. No des palmaditas ni pinces la cintura del cuerpo que abrazas, deja que la separación sea natural, rápida o pausada, pero natural.
Después de un abrazo algo se ha transformado, pero haz como si no te dieras cuenta, como si fuera lo más normal del mundo, como si estuvieras acostumbrado a dar abrazos.
Hay que aprender a querer y a vivir
Puedes quedarte frente a la pantalla de un ordenador todas las mañanas, incluso todas las tardes, escribiendo. A muchos les gustaría hacerlo. Otros se lo pueden permitir.
Hay quien dice "ojalá no tuviera que ocuparme de las cosas cotidianas, de trabajar, de hacer la comida, ojalá pudiera invertir todo mi tiempo en la creación".
A veces es horrible, es cierto, levantarse legañosa, empezar a reconciliarse con el espejo a partir de los ojos (siempre a partir de los ojos, esta mañana un poco más limpios o un poco más turbios), repetir cada acción monótona, cansarse, desesperarse, tener problemas... pero es importante, es absolutamente fundamental, mirar a la cara a los demás, descubrir si esta mañana sus ojos están más turbios o más limpios, o cómo han logrado sus hijos tener amigos. Es fundamental lavar a mano el disfraz de carnaval, absolutamente rojo y observar cómo el agua sucia llena toda la bañera de un color doloroso. No se puede entender la vida sin todo eso. Y sería hipócrita escribir sin haber entendido nada.
Soberbia
Lo peor de todo es cuando nosotros mismos nos perdemos. No podemos echar a nadie la culpa. Tuve la oportunidad, la aproveché, todo bien. Luego empezó a torcerse. Ha sido culpa de la soberbia, no mi culpa. Esta vez la soberbia fue tan grande que se merecería estar en otro lugar, ella sola, no dentro de mi misma. Estaría bien que ella fuese la culpable, y no yo.
Hoy he perdido mi primer trabajo. No ha sido desidia, ni incapacidad, como hubiera temido. Sólo soberbia. Se acabó.
Ayer noche
La 1 de la madrugada no es buena hora para llorar. La 1 de la madrugada no es buena hora para mandar mensajes ofendidos. La 1 de la madrugada no es buena hora para sentirse sola de repente. La 1 de la madrugada no es buena hora para darse cuenta de la realidad. La 1 de la madrugada no es buena hora para tomar té. La 1 de la madrugada no es buena hora para empezar nada. La 1 de la madrugada no es buena hora. Amén
La carta
Lo más valioso es lo que no se ve. Ya lo decía el Principito. Así que busqué dentro de todo lo que había en esa carta las cosas que no se veían. Dentro de una rosa del desierto estaba el jardín las rosas que no se ven, en el musk la fragancia que no se veía, en la mano de fátima la suerte que no puede verse, en la arena del desierto casi pude ver al Principito, a punto de escapársele una sonrisa... en el libro estaba un invisible encuentro que nunca llegó a producirse, entre las palabras había tantas tantas cosas que no se ven que todavía las estoy respirando, se me incrustaron en la piel como la arena de aquel desierto... Bach suena invisible, hasta el infinito.
La paloma y el Papa
Fue una imagen tremenda. El Papa casi momia tomó la paloma entre sus manos (el símbolo de la paz) y la iba a lanzar al aire para que volara volara volara, hasta encontrar la única ramita de olivo que sobrevive a la hecatombe. Pero al Papa le dió un acceso de tos, casi vomitó sus entrañas encima de la paloma que, asustada, se volvió a refugiar en el edificio.
La paloma no quiso volar, nuestro Papa está en las últimas, nuestra paz sigue intacta. Estamos completamente a salvo en esta ficticia arca de Noé.