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jueves, abril 07, 2005

Un poco de Sol

No sé por qué la llamé. Era absurdo. No tenemos demasiada confianza y en dos años sólo nos hemos visto dos veces en dos salas distintas del Tanatorio de Cabueñes. Las dos veces su abrazo fue de los pocos que me mantuvieron en pie. Es difícil estar de pie en esas salas donde por primera vez comprendí la expresión "la ropa de repente se le quedó grande, como si le colgara" de las novelas. Sólo ciertos abrazos te pueden salvar de caerte de tu ropa.
Le extrañó mi llamada, pero se alegró de verme. Sonreía. Tenía una sonrisa como de niña pequeña. Nunca la había visto tan feliz. Luego me dijo que ahora comprendía todo, que en esa semana había cambiado su forma de vivir, de actuar, de sentir, me miraba y me lo explicaba y decía que cómo demonios lo había adivinado, que por qué la había llamado en ese preciso instante.
Ella ya no juzga ni sentencia, ya no se siente culpable por sus propios sentimientos. Yo aún lo hago, pero me sentía tan bien, fue como un día de esos de invierno en los que luce el sol y de repente se te olvida que hace frío. Empezaron a brotar niños a nuestro alrededor, como si los hubiera hecho crecer con su sonrisa.
A las 7 tenía que irse a un funeral, pero antes me dio un abrazo, un abrazo de esos que te devuelven al mundo.

2 Comments:

At 07 abril, 2005, Anonymous Anónimo said...

Cada vez que se nombra al Sol dignamente, me acuerdo de este texto.
http://www.nietzscheana.com.ar/antes_de_la_salida_del_sol.htm

Y tú le nombras con esa dignidad que admiro.

 
At 10 abril, 2005, Blogger cen said...

Me ha gustado lo del abrazo que nos devuelve al mundo. Es una expresión certera. Justo lo que se nos ha pasado por la cabeza muchas veces.

 

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